De todos los conceptos "deconstruidos" por el gobierno en los últimos años, el que más me duele es éste: la memoria histórica. Cuando la idea de que existen "dos Españas" debería haber desaparecido -y si ello no es así, aún no podemos hablar de una "sociedad democrática"- lo lógico sería que este país asumiera de una vez la tarea de iluminar lo que ocurrió. Es un imperativo histórico, una exigencia del conocimiento. Pero también una tarea moral: nuestro compromiso con la historia incluye el deber de evitar los errores del pasado, de asumir lo que somos y de proyectar lo que queremos o no queremos ser.
Sin embargo, cuando uno observa el modo como pretende llevarse a cabo esa tarea, no ve sino una ocultación mezquina envuelta en una retórica narcotizante. De nuevo las consignas, los maniqueísmos, la ideología: la memoria se transforma en juez. Mal asunto. Hace unos años traduje un libro poco conocido, Diplomático en el Madrid rojo, para la Editorial Renacimiento. Existe otra versión de Agapito Maestre que lleva el título de Matanzas en el Madrid republicano. En todo caso, se trata de las memorias de Felix Schleyer, diplomático noruego en el Madrid de los años frentepopulistas, donde narra muchas cosas interesantes para reconstruir una verdadera memoria histórica. Allí se cuenta, por ejemplo, la solución propuesta por La Pasionaria para solucionar el clima político del momento: que "una" España "extermine a la otra". Sí: la misma a la que homenajea incomprensiblemente una parte de la izquierda. También se relatan las vidas de quienes tuvieron que refugiarse en embajadas de países europeos huyendo de las persecuciones comunistas y anarquistas, los hallazgos de fosas comunes, la existencia de checas donde se torturaba y ejecutaba a adversarios políticos. Por suerte, aún existe la memoria del parentesco: mi abuela contaba siempre cómo X, republicano, iba pregonando por todo el pueblo: "hoy nos hemos cargado a Fulanito, y mañana nos vamos a cargar a Menganito. Y -concluía suspirando- claro, cuando acabó la guerra, se lo cargaron a él..." Además, ahí están los textos de Largo Caballero diciendo cómo funciona el socialismo que pretendía implantar y qué opinión le merecía la democracia. Sí: el mismo que sigue contando -nadie entiende por qué- con una Fundación en la UGT. Sin embargo, todo esto se diluye en la nada mientras los altavoces del régimen pregonan que la memoria histórica consiste únicamente en retirar estatuas de Franco y desenterrar a Lorca. El pasado, como la realidad misma, susurra tenazmente, pero es frágil. No es difícil callarlo a golpe de consignas: por eso la memoria implica una escucha sacrificada, un esfuerzo, y por eso es un modo de expiación, al menos para la vergüenza.
Por eso es tan terrible ver cómo desde las poltronas del poder, de uno y otro signo, se reescribe el pasado según el guión establecido de lo que se pretende hacer del presente. Todo esto recuerda lamentablemente el mundo de 1984 de Orwell: el ruido incesante de la propaganda y de los medios acaba por sofocar el pasado para hacer brillar tras él la luz de un pensamiento que siempre quiere ser más que la realidad. Pero no: memoria histórica significa humillarnos ante la realidad. Tener memoria es rendir cuentas al ser, que es tiempo. Por eso San Agustín llamaba "memoria del presente" al simple contemplar la propia existencia. Al abandonar desinteresadamente el presente para asumir el pasado, damos un salto más allá de la inmediatez del ahora: por eso la memoria es la forma más sutil de trascendencia. Un amigo teólogo, Jaime, me hizo ver que la memoria era central en la autocomprensión del pueblo de Israel. De hecho, es la increpación permanente de Dios, el mandamiento más insistentemente repetido: "recuerda, Israel", implícito siempre en la alocución Shema: escucha. Sí, secuaces del Gran Hermano: Tenemos memoria.
2 comentarios:
Gracias a Dios que tenemos memoria, Alejandro. Gracias a Dios.
Leyendo los comentarios del texto " discurso de Largo Caballero ( 1933 ), hay una guerra civil" del blog Fotos de tiempos pasados, uno me llama poderosamente la atención " ¡¡¡ con todas las balas que se perdierón en la guerra y aún siguen quedando tontos!!. SIN COMENTARIOS. R . SIMÓN
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