domingo, 28 de junio de 2009

En busca de la voluntad perdida

Nunca he hablado aquí de mi amigo Dani. Tal vez porque ya no sea mi amigo, y no porque nos peleáramos. Simplemente fue una de esas amistades intensas y breves como el fogonazo de una cerilla. Él era de Madrid y nos conocimos en Viena, en el Erasmus. Era, como yo, estudiante de filosofía, más bien bajito, y tenía una mirada, entre melancólica y opiácea, que a las chicas les resultaba irresistible. En cierta ocasión, me contó una historia que ejemplificaba perfectamente su carácter: resulta que vivió un año alojado en una familia norteamericana profundamente religiosa. Era muy divertido escucharle contar cómo él no quería participar en la vida religiosa de la familia, pero era incapaz de decir no y de mostrar desagrado. Un psicólogo diría que tenía un problema de asertividad. En todo caso, sin querer ni saber cómo, una templada mañana del invierno tejano, Dani fue bautizado en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Puedo decir entonces, estrictamente hablando, que conocí a un mormón licencioso, bebedor y mujeriego. Pero yo quería contar otra anécdota que me recordó la entrada anterior. Un día -ya no recuerdo de qué mes- nos fuimos a Budapest los dos. No reservamos hotel, y compramos los billetes en la estación unas horas antes de la salida del tren. Cuando llegamos a la capital húngara, y tras esquivar una docena de guías turísticos, fuimos a buscar alojamiento, encontramos habitación en una pensión que me ahorro describir, y nos lanzamos a la ciudad a la caída de la tarde. Mientras paseábamos junto al río, se nos acercaron dos chicas (rubias, por supuesto) y empezaron a charlar con nosotros. Mi inglés era bastante peor que el de Dani, a pesar de lo cual "me tocó" la más guapa y la más comprensiva con mi incompetencia lingüística. Reconozco que por un momento creí que nuestro magnetismo ibérico fue lo que las atrajo a nosotros, pero pronto me di cuenta de que tenían también algo de interés en nuestro dinero. Yo sabía que Dani no se había dado cuenta, así que se lo dije tal cual: "Dani, yo creo que son putas". Él me miró con sus ojos opiáceos: "Ah, ¿síiiii?".

Ahora venía lo difícil: cómo hacer entender a aquellas chicas, de un modo cortés y sin ofenderlas, que queríamos prescindir de sus servicios. Para mí era difícil, porque mi inglés era tan refinado como el alemán de un vendedor de kebaps en una estación de tren de Berlín. Todo dependía de Dani. Pero si fue incapaz de negarse a su bautismo mormón, pedirle que se negara a dos rubias del Este en minifalda, era poco realista. Así que, cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos a las puertas de un local, vigilados por la mirada de dos enormes expresidiarios tatuados.

Nos sentamos dentro. La sala estaba más bien oscura y en la mesa había una lamparita de color rojo. A mí me sudaban hasta las pestañas. Dejando al margen otro tipo de consideraciones, realmente no teníamos dinero y estábamos a punto de pedir una copa, así que me veía empeñando el reloj que me regalaron mis padres para evitar que un gorila me rompiera la cabeza contra una acera de Budapest. Supliqué a Dani:

-"Tío, di algo ya, lo que sea, pero vamonos de aquí".

Entonces escuché cómo salía de su boca una frase que, en su precisión, era justo lo que requería el momento:

-"We have no money"

Fue perfecto. No negaba nada, no rechazaba nada, no se oponía a nada. Simplemente describía un estado de cosas, como las proposiciones atómicas de Wittgenstein. Además, la chica no tuvo tantos problemas de cortesía y su respuesta, también exacta, fue tranquilizadora:

-"Ok. Bye!". Ambas se levantaron.

Salimos detrás de ellas. Mientras las dos se alejaban hacia el Danubio en busca de mejor suerte, "la mía" se volvió un instante. Vi sus ojos azules brillar fugazmente en la noche de Budapest. Fue lo más poético de aquel viaje.

viernes, 26 de junio de 2009

Las putas de T.

Hace tiempo que no cuento anécdotas de T. La que toca hoy es algo increíble, y quizá algunos pensaréis que me la invento. En todo caso, no tengo constancia directa del hecho. Lo narro tal y como se lo escucho al señor A., quien, por ser lector de este blog, seguro que podrá darnos más detalles si quiere pasarse por aquí.

El caso es que un tal señor X., conocido del señor A., llega a su nuevo destino como policía en T. Al pasar por cierta calle, le llaman la atención unos bares de aspecto licencioso. Cuando llega a la comisaría, pregunta a sus compañeros qué piensan hacer respecto a estos locales. Éstos responden a su ingenua intromisión: “nada, hombre, nada. Es que al alcalde le parece bien, porque mientras haya putas, los hombres no violan a las mujeres”.

El argumento es claro, y propio de ese desolador realismo manchego que sólo pueden igualar las madres, los extremeños y los esquimales: si los hombres feos no tienen puticlubs, violarán a las mujeres. Eso es asín, y hay que saberlo. A la mierda el feminismo, la emancipación, y los derechos humanos. Hombres feos + puticlubs cerrados = mujeres violadas.

Os lo juro: cuando abandone para siempre este lugar, clavaré un cartel en el muro más visible de la entrada: lasciate ogni speranza, voi ch´intrate!

martes, 23 de junio de 2009

Fin de curso


Termina el curso. Los alumnos van y vienen por el instituto regateando las últimas décimas de los últimos exámenes. Se empiezan a ver los primeros saltos de alegría y las primeras lágrimas. Fuera y dentro hace un calor como de selva amazónica y los profesores deambulamos de aquí para allá en un nimbo entre burócrata y cafetero.

Enseñar es una tarea dura. A muchos les cuesta la felicidad, y otros han aprendido a soportar las horas de clase como el precio con el que pagas tu derecho a existir el resto del tiempo, entre la maldad o la ingratitud de los alumnos, la desidia de los padres, el desinterés de la sociedad, y el sinsentido del sistema.

Sin embargo, cuando tienes la suerte de encontrar un grupo de alumnos que merece la pena, y te involucras en sus flaquezas y en su fuerza, en sus risas y decepciones, piensas por una vez que estás trabajando con el material más noble del planeta y ves cómo, con el paso de los meses, se ha ido templando el metal de unas vidas de las que ya, inevitablemente y para siempre, formas parte. Entonces te convences de que no hay vocación más importante ni oficio más hermoso, y recuerdas con ánimo menos escéptico las palabras de Platón: “Educar es dar al alma y al cuerpo toda la belleza y perfección de que son capaces”. El año se acaba, pero no se pierde. Almas y cuerpos siguen adelante, ganando la batalla al fracaso, al conformismo, a la pereza.

Gracias a todos mis alumnos de este año. Os dejo este poema:

Peregrino
¿Volver? Vuelva el que tenga
Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos.
Del amor que al regreso fiel le espere.
Mas ¿tú? ¿volver? Regresar no piensas,
Sino seguir siempre adelante,
Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a lo antes nunca visto.
(Cernuda, del libro: Desolación de la quimera)

miércoles, 17 de junio de 2009

Mi amigo Otegi y el nacionalismo asimétrico

Soy amigo de Arnaldo Otegi, sólo que él no lo sabe. A ver… resulta que un día vi una noticia en la tele en la que éste salía participando en no sé qué homenaje a no sé qué etarra. Así que me fui a dormir cabreadísimo con el incomprensible fanatismo de esta gente. Pero esa noche tuve un sueño: en él, Otegi y yo éramos viejos amigos. Cuando me acerqué a saludarlo después de un mitin, me abrazó y regaló un libro sobre Historia de España (!). Al despertar, estaba reconciliado emocionalmente con él y, aunque hace años de esto, no consigo –haga lo que haga y diga lo que diga– sentirle antipatía. (Si algún día consiguiéramos controlar los sueños de la gente, ¿no sería éste un método maravilloso para crear paz y amor en el mundo…?)

Pero bueno, le dejaremos esto a mi psicoterapeuta. El caso es que hace un par de días vi –con ojos fraternales, naturalmente– la entrevista que le hizo a Otegi el Follonero y que tanta polémica suscitó. Yo no sé si era para tanto o para más, pero de lo que no me cabe la menor duda es de que el Follonero le podía haber dado tanta caña –por lo menos– como a la Iglesia, al Opus y a Jiménez Losantos. Pero no: a Otegi le podía tutear, decir cosas como “joder tío” y la conversación transcurría en el plan buen rollo de la izquierda cool.

Me quedo con un detalle de la entrevista: el único momento comprometido tiene lugar cuando el Follonero le sugiere “echarle huevos” un día y condenar la violencia, a lo que Otegi responde: “es muy español eso de los huevos, y la testosterona”. Vaya, hombre. Y mira que Sabino Arana dejó claro que los españoles éramos unos afeminados y los vascos unos tiarrones viriles. Pero bueno, testiculocéntricos o maricas, el caso es que somos un asco. En este tipo de detalles creo que se desvela la verdadera naturaleza del nacionalismo separatista, que nunca es simétrico. No basta con señalar que hay dos naciones diferentes. Es necesario crear jerarquías, establecer juicios de valor divergentes. La pureza de la izquierda vasca, comprometida con las mujeres, los obreros y los bosques, frente al falocentrismo nacionalcatólico, monárquico, bananero, taurino de la casposa Iberia. Distinguir es distinguirse. Y es esta disposición moral, esa previa satanización de lo otro y autoveneración totémica, la que permite convertir una abstracción estúpida en una profunda necesidad espiritual, y la que hace que estos sujetos puedan, con igual fervor, defender la flora de los Pirineos y crear huérfanos y mutilados. Tiene huevos la cosa.

domingo, 14 de junio de 2009

Dencansar

"Por una vez descansar, no iniciar nada, no aceptar nada, no aprobar nada, no reprobar nada, no relacionar algo con algo. Más bien sólo estar ahí, como en la orilla la tina, aunque sin arena entre los dedos, sin olas en la mirada. Olas, sin embargo, las mareas viejas, lo siempre igual, no precisamente de hoy, el delicioso aburrimiento fracasa, fracasa y fracasa. Ven, consuelo de la noche, pero precisamente por la noche ellos se presentan ante ti y te abren bruscamente los párpados, exigen de ti la declaración testimonial, sí, precisamente de ti"

(Marie Luise Kaschnitz, Aún no está decidido, Valencia, Pre-Textos, 2008, traducción de Hans Leopold Davi, pág. 73).

Gracias a Charo, que me lee los textos de Kaschnitz, después de descubrirme a Sloterdijk.