sábado, 26 de septiembre de 2009

Homosexualidad y evolución

Se terminó el verano. Toca volver a trabajar y, ya que estamos, atender un poco el blog, que lo tengo algo abandonado. Como vengo con las pilas cargadas, voy a tocar un tema de éstos que uno evita normalmente por pereza.

Uno va encontrando, aquí y allá, los más variados intentos por explicar la homosexualidad en términos evolutivos. El principal problema que le veo a ese análisis es que parece "demasiado bueno": la homosexualidad pretende ser sancionada -en términos evolutivos- por una enorme cantidad de hechos que, sin embargo, a menudo son contradictorios entre sí: por ejemplo, la homosexualidad crearía nuevos lazos sociales, pero también serviría para maltratar a los dominados (ver aquí). Además, algunos de los fines que se le atribuyen (favorecer la cohesión del grupo) no son contradictorios, pero tampoco suficientes (si se trata de eso, ¿no podrían monos y hombres rascarse la espalda en lugar de sodomizarse?). Tengo la sensación de que el mismo hecho podría ser explicado con otras causas, y que dichas causas podrían conducir a hechos distintos. En fin, me parece todo cogido por los pelos.

El problema de la fe en las ideas es que acaba volviéndonos ciegos a los hechos. Los defensores del determinismo biológico en su versión evolucionista no tienen más remedio que dar cuenta de por qué se perpetúa un fenómeno que obviamente casa mal con los fines que se presupone a las leyes de la evolución.

Es evidente que la sexualidad humana tiene una estructura biológica, pero, como todos los impulsos humanos, también adolece de una enorme indeterminación (precisamente esa indeterminación que nos ha permitido adaptarnos culturalmente a cualquier contexto). De ahí que los impulsos sexuales se canalicen en el contexto de una educación sentimental, histórica y culturalmente determinada. Nuestras emociones se educan a través de modelos de acción, y se desarrollan miméticamente en nosotros. En el curso de ese desarrollo, las filias y las fobias se reparten sobre multitud de objetos: hombres corpulentos, zapatos de tacón, collares, uñas largas y rosas... ¿De dónde surgen, si no, la zoofilia, el sadomasoquismo, la necrofilia, el travestismo, así como las diferentes filias más convencionales? ¿Acaso tienen su propio gen y su propia función en el curso de la evolución animal? La homosexualidad es una respuesta divergente a un instinto cuyo objeto está indeterminado, aunque el origen de ese instinto se encuentre en el contexto reproductivo. Y lo que diferencia los gustos sexuales, las diferentes maneras de concretar el impulso sexual, no es más que el modo en que, en un determinado momento de la historia, podemos asumirlos éticamente en función de unos valores que, obviamente, tampoco nos han dado los genes y tampoco nos aseguran la supervivencia de la especie.