viernes, 15 de septiembre de 2017

Otegi en Cataluña

Como si el ruido permanente de los secesionistas catalanes no fuera ya suficientemente insufrible de por sí, como si no fuera suficientemente humillante la montaña diaria de mentiras, falacias, descalificaciones y desplantes, ahora se les ha ocurrido traer a Arnaldo Otegi para convertirlo en un icono de la causa catalanista. Un tipo que estuvo en prisión por secuestro y pertenencia a organización terrorista. Un tipo que, el 14 de julio de 1997, se negó a participar en la condena del asesinato de Miguel Ángel Blanco, a quien ETA había ejecutado de un tiro en la nuca ignorando una movilización ciudadana sin precedentes. Un tipo que, en 2002, cuando ETA mató a una niña de seis años, Silvia Martínez Santiago, salió a explicar cómo era necesario “racionalizar el conflicto” y las circunstancias que hacían posible que ocurrieran “dolorosos sucesos” como aquel, para inmediatamente culpar a Aznar de lo ocurrido. (¿No suena reciente esto de culpar al presidente del gobierno de lo que hace un grupo de terroristas fanáticos?). Un tipo que, cuando ETA mató (son tantos ya) a López de Lacalle, periodista, fundador de CCOO y un referente en la lucha por las libertades, lo único que alcanzó a comentar fue que el atentado ponía sobre la mesa “el papel de los medios de comunicación en Euskal Herria”.
Este es el tipo y es conocido por todos. En realidad, lo cuento porque tal vez haya quien me lea y no conozca aquella parte -tan reciente que casi es presente- de la historia de España. Yo no soy ningún sabio ni un experto en política, pero he leído a Marcuse, a Horkheimer, a Benjamin, a muchos de los que lucharon en Europa contra el fascismo cuando el fascismo no era una palabra que usan los niñatos para desprestigiar el sistema que los mantiene con vida y libres. ETA y su mundo han sido lo más parecido que ha habido, ya en una España constitucional, al totalitarismo genocida europeo de los años 30 y 40.
El otro día, el símbolo de aquel totalitarismo todavía invicto, fue a la televisión pública catalana para mofarse de Albert Rivera, tras abrazarse y hacerse selfies con simpatizantes independentistas por las calles de Barcelona. Siendo lo menos malo que ha hecho en su vida, me pregunto cómo hemos llegado a este estado miserable de impunidad y olvido. Ese estado que nos ha llevado a presenciar marchas nocturnas con antorchas, quema de banderas, homenaje a terroristas, acoso a partidos de la oposición, y que no es más que la consecuencia de una renuncia al ejercicio del poder nacional y al dominio del discurso político. Y, aunque no tengo muchos motivos para la esperanza, todavía deseo que, con la misma higiene democrática con que se ilegalizó y desmontó el entramado político que hacía posible la supervivencia de ETA, se ponga fin al golpe de Estado en Cataluña y toda la inmundicia moral que lo rodea.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Para cuando el reto de la canela?
Tus fans lo esperan con ansia
un abrazote te admiramos, mis dieses por el escrito