miércoles, 11 de noviembre de 2009

Elogio del tabaco

El artículo de mi amigo Rafa sobre el tabaco en los institutos me ha hecho pensar. En primer lugar, en el hecho de que la discusión sobre el tabaco se reduce casi por completo a que sus detractores subrayen la insalubridad del mismo, y a que los fumadores asientan, entre avergonzados y resignados, asumiendo su impotencia frente a la adicción del asqueroso vicio. Se repiten, con una actualidad aterradora, las palabras que le dedicara Fernández de Oviedo, sin saber nada de la nicotina y el alquitrán, en su Historia General y Natural de las Indias: "Usaban los indios desta isla, entre todos sus vicios, uno muy malo, que es tomar unas ahumadas, que ellos llaman tabaco, para salir de sentido".

Todo rastro de romanticismo en el tabaco queda relegado ya a una imagen del hombre superada, representada por Humphrey Bogart, o a un exótico vestigio de religiones del pasado, como la que practicaban los algonquinos de las Grandes Llanuras... Sin embago, el hábito del tabaco no se reduce a esa imagen del estresado occidental, tristemente común, que se arroja en busca de su cajetilla de Marlboro nada más levantarse y que va llenando de colillas un apestoso cenicero a lo largo de su estresado día de trabajo. Una imagen que veríamos recluída en el cuadro de las patologías si no fuera porque nuestro mundo no nos ha enseñado a disfrutar de la vida sino bajo la nube negra de la ansiedad, convirtiendo toda pulsión en una compulsión. El sexo es voracidad; la música, una vertiginosa sucesión de no-silencios; la felicidad, la incansable sonrisa estúpida de los anuncios publicitarios. Como ocurre con todo, el tabaco es algo estúpido cuando se ha convertido en una cosa más. Como cepillarse los dientes, ir a trabajar, conducir, llamar por teléfono. Como la sonrisa, la música y el sexo. Y doblemente estúpido si, además de monótono, resulta ser dañino.

Ciertamente, desde el punto de vista de lo sensato, de la razón normal, nada bueno hay en el tabaco. De la misma manera que nada hace preferible el vino al mosto, la cerveza a la leche de soja. Y sin embargo el hombre no concibe la fiesta sin ellos. Pero la fiesta es lo contrario del vicio: es el tiempo excepcional, la excepción del tiempo. Festejar es abrir el espacio de lo sagrado, de lo que se sustrae al espacio profano de la razón, la división del trabajo, el orden, las normas, el sentido, la moral y... la salud. Por eso, sin su dimensión "demoníaca", el tabaco, como el alcohol, sería absurdo. "Vicio para salir de sentido": he aquí el verdadero peligro del tabaco, su naturaleza moralmente pervertidora, que hacía a los indios vagos y licenciosos, libidinosos y holgazanes...

Fumar tabaco es un rito, y además un hermoso rito. En él tomamos la tierra viva y la transformamos en un espíritu apaciguador que entra y sale de nosotros. Pues el espíritu es aliento, y el aliento, humo. Comunión, pues, con la tierra, y con los otros hombres. El tabaco es inseparable de los viejos amigos en el reencuentro tabernario, del último frío de la madrugada antes de regresar a casa. O de estas mañanas neblinosas del invierno manchego, en que el humo, espeso por la humedad del aire, dibuja hermosas formas mientras flota pesadamente hacia lo lejos.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

:-))))))) antológico final. Muy bueno Alejandro. Me apunto a la idea de entender la fiesta, las reuniones tabernarias como el tiempo excepcional, como una suerte de Übergangsriten, en los que el ruido y el olor que producimos al rascar una cerilla o al descorchar la botella de vino son capaces de crear un espacio liminal que anticipa nuestro encuentro con los dioses!!!

Th. Reichmann

Javier González dijo...

"Es bueno de vez en cuando llevar sombrero, por si se presenta una buena ocasión para quitárselo"
J. Sabina

Chapó.

Fernando dijo...

Querido Alejandro:

¡¡Felicidades!!

Jesús Cotta Lobato dijo...

Ay, no sé si me conviene leer entradas como esta. Soy un fumador atormentado, pero que disfruta fumando.

Anónimo dijo...

Cuánto necesitamos de tu sabiduría, querido Ale, pero más de tu intuición. Se te nota la poesía en el pensamiento.
La fiesta... ¡claro!, festejar, celebrar. A los fumadores nos persiguen, por algo es. Y no creo que eche yo más humo que el autobús y si embargo se recomienda el transporte público.

Un fuerte abrazo.