"...una intuición que ya había sido elaborada parcialmente por Max Weber, y argumentada más recientemente por Marcel Gauchet, a saber, que la secularización -y por tanto el laicismo- son sustancialmente productos del cristianismo; es decir, que el cristianismo es la religión de la salida de la religión, y que la democracia, el libre mercado, los derechos civiles y la libertad individual, han sido, no diremos inventados en sentido absoluto, sino facilitados por las culturas cristianas -hasta tal punto que incluso un filósofo escéptico y alérgico a todo lo religioso como Richard Rorty admitió hace poco. (...)
Desde la perspectiva de Vattimo (...) la muerte de Dios es encarnación, kenosis: un debilitamiento de su potencia trascendental que nos ha conducido históricamente a la consiguiente desestructuración de todas las verdades ontológicas que han caracterizado la historia y el pensamiento del hombre. Para Girard (...) la muerte de Dios es la muerte real de una víctima inocente, de la víctima inocente por antonomasia, Cristo: aquel que es capaz de revelar, precisamente a través de su muerte, las cosas ocultas a los hombres desde la fundación del mundo. (...)
El nexo entre religión y violencia, tan evidente hoy, no nace porque las religiones sean intrínsecamente violentas, sino porque la religión es ante todo un saber sobre la violencia de los hombres. (...) La muerte de Cristo, y su rememoración a través de los evangelios y los instrumentos litúrgicos, ha contribuido a la percepción gradual de la actitud persecutoria adoptada por los hombres y las sociedades en el curso de los siglos. (...)
El cristianismo representa el momento en que el hombre se libera de la necesidad de recurrir a los chivos expiatorios y a su inmolación para resolver los conflictos y las crisis comunitarias, y reconoce la inocencia de esas víctimas y la arbitrariedad de su culpabilización. (...)
El horizonte ideológico de la cultura contemporánea está construido por completo en torno a la centralidad de las víctimas, las víctimas de la Shoa, las víctimas del capitalismo, las víctimas de las injusticias sociales, de las guerras, de las persecuciones políticas, del desastre ecológico, de las discriminaciones raciales, sexuales, religiosas. Y, sobre todo, la tradición judeocristiana ha colocado esta víctima inocente en el centro de nuestro horizonte discursivo".
(Pierpaolo Antonello, "Introducción" a: Girard, R., y Vattimo, G., ¿Verdad o fe débil? Diálogo sobre cristianismo y relativismo, Barcelona, Paidós, 2011, pp. 10-25)
2 comentarios:
El problema del cristianismo es su visión de Dios tan escandalosa para las sociedades y culturas de nuestro mundo.
Un Dios pura misericordia, tan humano, dispuesto a entregar su propia vida, su propia existencia por amor hacia unos seres que no tienen por qué rendirle pleitesía ni adhesión; un Dios que lo único que quiere es que el ser humano sea feliz siendo eso, precisamente, humano. Un Dios que aboga porque el hombre potencie sus capacidades y dones al cien por cien, pues resulta chocante.
El Cristianismo es la única religión que se siente feliz cuando alguien es quién es, utiliza su libertad al máximo, sin dejarse influenciar por otras opiniones. Aunque este alguien sea contrario al Cristianismo, ateo, agnóstico o creyente en cualquier otra cosa.
Para el Cristianismo lo importante es la persona en sí. Por ello puede haber diálogo, respeto, tolerancia.
Un saludo, Alejandro, sigue ofreciéndonos tan jugosas reflexiones.
Gracias por la cita. Anoto el libro en mi archivo "Libros que quiero leer".
Un abrazo.
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