viernes, 10 de octubre de 2014

El ébola, Heráclito y la locura

"Decía Chesterton que un loco es aquel que lo ha perdido todo excepto la razón. Como todas las sentencias fulminantes, el aforismo es matizable, pero toca una verdad en la que conviene detenerse: no hay loco en el mundo que no sea capaz de argumentar con una lógica implacable su propia locura. Todas las obsesiones, las filias y fobias más grotescas, y por supuesto la paranoia, están sostenidas sobre un sólido esqueleto intelectual que tiene como fin mantener intacta la arquitectura de la demencia". [Completo en Sevilla Report

6 comentarios:

Jesús dijo...

¿Qué tal, Alejandro?
Te leo siempre con mucho interés y obtengo siempre muchas satisfacciones. Tu artículo de hoy me parece sencillamente magistral.

Un abrazo.

Alejandro Martín dijo...

Muchas gracias, Suso. Estoy un poco desconectado del mundo de los blogs, pero me acuerdo mucho de ti y de nuestras conversaciones blogueras. Me alegra que sigas por aquí. Un abrazo!!

Carlos dijo...

Alejandro, eres un genio. Particularmente me gustaría que algún día le dediques unas líneas al tema de la infidelidad. Un abrazo y gracias por enseñarnos tanto.

Carlos dijo...

Hola, sí, pasaba por acá para ver si había alguna respuesta. Volví a leer la nota. A mi parecer el párrafo en el que contiene el nervio y la substancia (preciso y precioso) es el siguiente:

Por supuesto, el animalismo no tiene nada que ver con el amor a la naturaleza: en la naturaleza, la vida y la muerte son dos momentos de un mismo flujo, el río de Heráclito en perpetuo devenir, donde lo individual no es más que una ilusión pasajera. En la naturaleza, el cocodrilo y la cría de cebra despedazada por él no son más que dos momentos de una misma realidad en devenir. La naturaleza es un inmenso espectáculo de depredación. Es amoral, y parte de su encanto reside precisamente en ese hiato que la separa del mundo humano, hecho de normas, obligaciones y reglas. Toda la histeria hipermoralista del animalismo es radicalmente antinatural. Interpreta antropomórficamente a los animales, los ve a través del prisma de las películas infantiles de Disney en las que aquellos tienen los rasgos de los niños: inocencia, juego, ternura. Como la enfermedad mental colectiva que es, el animalismo opera una idealización de manual: odia al ser humano por su complejidad emocional y por la maldad que le permite su naturaleza inteligente y libre, así que abstrae los rasgos positivos de éste y los sublima en una imagen idealizada e irreal. Los animales representan esa inocencia y bondad humana que el animalista no encuentra en el hombre. A veces, ni siquiera en los misioneros.

Solamente una atingencia, para ser más rigurosos yo cambiaría aquello de la "sublimación", por "desplazamiento", ya que evidentemente se está haciendo alusión a la teoría de Freud.

Alejandro Martín dijo...

Carlos, muchas gracias por tus palabras y por tu matización. Intentaré inspirarme algún día para el tema que propones. Un gran abrazo!

Rubén Muñoz Martínez dijo...

Quizá someter el mundo a la humana razón se lo más parecido a enloquecer lo que nos rodea.
Un saludo.