domingo, 11 de enero de 2015

Diez libros no filosóficos para pensar filosóficamente


1. Die unendliche Geschichte se podría traducir, en realidad, como La historia infinita, pues un-endlich es lo que no tiene límites, lo que no solo no termina, sino que tampoco ha tenido comienzo. La novela más conocida de Michael Ende es una obra nietzscheana: es la historia de la voluntad creadora, la voluntad del individuo que se transforma a sí mismo y que afirma la realidad como eterno retorno de lo mismo. Veremos al Übermensch nietzscheano -un niño, qué si no- sobrevolar sobre el cuerpo blanco de Fújur las tierras amenazadas de Fantasia.

2. Si La historia interminable es el relato de una voluntad nietzscheana, la otra gran novela de Ende, Momo, no lo es menos. Una niña devuelve a los hombres el tiempo robado por unos extraños hombres grises. Un alegato en favor de una voluntad que vive la vida como única frente a una sociedad moderna en la que cada vez somos menos dueños de lo más valioso que hay: el tiempo irrecuperable de nuestra propia vida.

3. Aunque Rebelión en la granja, Un mundo feliz y Fahrenheit 451 siguen siendo clásicos para reflexionar sobre el peligro de la dominación total, el rey de las distopías sigue siendo, en mi opinión, la gran obra de Orwell, 1984. El control absoluto del totalitarismo, como ya vieron Horkheimer y Adorno en su Dialéctica de la Ilustración, pasa por la dominación interior.

4. En una reciente discusión entre Boris Groys y Vittorio Hösle, éste reprobaba la actitud esteticista de Jünger frente a la guerra, así que me dio por releer el tomo I de sus célebres Radiaciones. Jünger es un autor patriota y belicista que combate en las filas del ejército alemán durante la II Guerra Mundial. Con este preámbulo, difícilmente ganaré lectores para él. Si embargo, lo más fascinante de esta obra maestra es cómo la guerra que él vive en primer persona en el campo de batalla se convierte en el escenario estético de una realidad que irradia belleza y verdad a la mente atenta de un minucioso espectador como Jünger, capaz de librar al pensamiento de las garras simplificadoras de la ideología. La obra maestra de un genio.

5. A veces se nos olvida que Así habló Zaratustra de Nietzsche es en realidad una novela, aunque se cite entre sus obras filosóficas. El autor que filosofa con el martillo utiliza al viejo profeta iranio para hacerlo portavoz de la doctrina del superhombre y del eterno retorno. Zaratustra es, como Juan el Bautista, el que anuncia el Evangelio... del Übermensch.

6. El avance de la simulación, la realidad virtual y la inteligencia artificial plantea nuevas cuestiones en el ámbito de la antropología filosófica. ¿Qué es un ser humano? ¿En qué consiste ser persona? ¿Cómo podríamos diferenciar un humano de una simulación perfecta del mismo? ¿Es posible producir artificialmente un ser con sentimientos, necesidades afectivas, deseos...? Todas estas preguntas se reducen a una: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philipp K. Dick.

7. Nietzsche no es el único al que se le ocurre escribir una novela para dar a conocer su filosofía. En La náusea de Sartre, así como en El extranjero de Camus, podemos ver en acción al hombre tal y como lo concibe el existencialismo: un ser abandonado al sinsentido radical del mundo. No recomendable para nihilistas crónicos.

8. Entre Platón y Marx hay un vínculo interno, un impulso de liberación colectiva que uno encontrará y disfrutará en La caverna, de Saramago. Para espíritus inconformistas.

9. Ahora que se ha puesto de moda ridiculizar a Paulo Coehlo -lo reconozco: con razón- a cuenta de la proliferación de sentencias suyas en las redes sociales y de la trivialización del crecimiento personal en los libros de autoayuda, es el momento de recomendar una de sus obras: El alquimista. Una historia para jóvenes, en la que experimentar el deseo de escapar de una vida inercial y mecánica. Tal es la forma de una de las experiencias filosóficas más antiguas: el impulso por salir de la caverna. Una novela sobre la autenticidad y el valor de la vocación personal.

10. No querría terminar esta lista sin citar, al menos, un ejemplo del ámbito de la poesía. Lo normal sería escoger los poemas de Hölderlin, Schiller o Rilke para ejemplificar la expresión literaria de la metafísica idealista alemana. Pero hoy me voy a inclinar por una poesía tan poco dada a las alturas filosóficas como la anglosajona y, en concreto, por un autor tan poco metafísico como Walt Whitman: su obra Hojas de hierba es un canto vitalista a la singularidad del individuo y al valor de la existencia. Un abrazo entre Nietzsche y San Juan de la Cruz que merece la pena presenciar.

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