Por fin el Supremo se decidió: no existe el derecho a objeción de conciencia en el caso de Educación para la Ciudadanía. A mí la verdad es que esta historia me suena un poco a subdesarrollo intelectual, pero en fin... Como filósofo fiel a su formación -supongo que pensaría de otro modo si hubiese estudiado Derecho- siempre había entendido la objeción de conciencia como un acto de naturaleza moral: algo que uno ejerce precisamente contra algún tipo de exigencia por parte del Poder, de manera que yo lo imaginaba en plan Antígona, es decir, heroicamente y asumiendo las consecuencias, por muy terribles que fueran. Ahora resulta que no: por lo visto, son los tribunales los que deciden en qué casos el Poder debe reconocer el derecho a la objeción de conciencia. ¡Pues vaya conciencia!
A mí toda esta histeria alrededor de la asignatura me parece ridícula. Yo no creo al clero español cuando se queja de la posibilidad de "adoctrinamiento" y cuando reclama el derecho de los padres a elegir la educación moral de sus hijos. ¿Se quejaría igualmente si el contenido de ese adoctrinamiento le fuese más afín? Lo dudo. Y también me parece que la mayoría de las opiniones sobre la asignatura no están lo suficientemente formadas: cuando uno mira los objetivos de la asignatura (que es lo único que viene marcado por la ley), se da cuenta de que Educación para la Ciudadanía puede ser algo tan peligroso como inane, dependiendo de en qué manos caiga. Pero, ¡ah!, las manos son las que son: nos llevan adoctrinando desde tiempos remotos, y quienes hemos estudiado en centros públicos (no digo ya en los otros) hemos escuchado todo tipo de sentencias sobre lo humano y lo divino, sin necesidad de asignatura ciudadana.
Pero a lo que iba: todos estos debates sobre la bondad o maldad de la asignatura se hubieran evitado de haberse planteado un debate previo sobre una cuestión mucho más radical: ¿es siquiera posible una asignatura cuyo objetivo sea la Educación para la Ciudadanía? No, no lo es. Y no lo es porque a todo este asunto subyace un fundamental y terrible malentendido: se piensa que los valores (como la justicia, el diálogo, el respeto...) pueden ser convertidos en conceptos, y de este modo, "explicados". Se piensa que basta decirle a los alumnos que hay varios tipos de familia para evitar la homofobia; o que los inmigrantes crean riqueza y pagan las pensiones de las sociedades en las que viven, para evitar el racismo. Y así con todo lo demás. Pero no es cierto: decía Scheler que los valores no son, sino que los valores valen. Y es justamente así: están implícitos en la acción y su aprendizaje no se lleva a cabo por una teorización acerca de su naturaleza (y mucho menos de su fundamentación). Se aprende lo que es la belleza femenina viendo a Catherine Zeta-Jones, Natalie Portman y Liv Tyler, no en una asignatura en la que se explica en qué consiste la belleza femenina y en la que se hacen ejercicios para reconocerla y aplicarla a ejemplos concretos.
Los valores no se aprenden, se imitan. Van unidos al pensamiento y a las acciones de un modo tal que sólo pueden ser transmitidos en el contexto de la propia vida, una vida que, afortunadamente para los chicos, es mucho más que las dos horas semanales en que se imparte este contrasentido. Se podrá educar, no ya ciudadanos, sino personas, cuando toda la sociedad asuma la difícil tarea de crear paradigmas de acción y de pensamiento que contengan nuestros valores compartidos. Cuando se acepte que, como dice Marina, "toda la tribu educa". Lo demás -como ocurre con todas las políticas impactantes de nuestro presidente- es humo, y menos que nada.
12 comentarios:
Oh. Pero que se decida hacer una asignatura de eso prueba el interés. Aunque los valores se aprendan de las acciones, esa decisión por parte de una sociedad es una acción.
Es como muchas cosas que funcionan mal, pero que al menos sabes que ya no puedes decir que está bien. Es presión social y creo que sí funciona a nivel simbólico.
Lo siento, Milk, pero creo que eso es ya rizar el rizo demasiado: no creo que mis alumnos se empapen de valores al percibir el supuesto interés de la sociedad (que ni siquiera es real) por crear una asignatura en que se habla de valores. Sobre todo mientras el mundo a su alrededor (desde padres a series televisivas) siga estando lleno de contravalores.
Saramago siempre cuenta que todos los valores que posee se los debe a un analfabeto: su padre.
Creo que estás despreciando la fuerza de la palabra. Un poco de pragmalingüística, please. Sin negar la eficacia del modelo a la hora de difundir una conducta, sin duda la palabra, bien sembrada y alimentada, es capaz de modificar la vida del oyente. Y más si viene de una figura de autoridad, como es un maestro. Basta recordar las reacciones a palabras tabú como fascista o machista para descubrir que un buen adiestramiento conduce a cierto tipo de comportamientos, aunque no haya habido modelos de conducta previos.
¡Ya quisiera yo tener la claridad que tú tienes sobre este asunto, Alejandro! A día de hoy cumplo lo que un día dije: mientras no lea un libro de texto, y mejor que ningún otro sería el que compuso el mismo Marina a petición de SM, no pienso pronunciarme. Sin embargo, como Olegario González de Cardedal, no veo razones para objetar, si el contenido de la asignatura se ciñe a la Declaración Universal de los derechos humanos y la Constitución Española. ¿No podría -y debería tal vez- servir la E. para la C. para crear y cimentar esos "valores compartidos" de los que hablas, esa "ética mínima" de la que habló en su momento Adela Cortina, y en torno a la cual todos encontrásemos un terreno común y sólido?
Uff, no sabía en la que me metía...
Como bien explicas, Todoerabueno, la palabra educa cuando va envuelta por la autoridad. El maestro no siempre la tiene. Y el maestro no siempre es bueno, con lo que a veces es mejor que no la tenga. Además, con frecuencia, el sólo hecho de que sea él el que lo diga, puede ser para un alumno motivo de oposición. Lo cual, por otra parte, es sano en ciertas edades.
Por lo demás, pones ejemplos perfectos para refutar esa idea que yo, más que pragmalingüística, llamaría "panlingüística": la creencia en la omnipotencia del lenguaje. Lo cierto es que todos mis alumnos niegan ser machistas y fascistas, aun cuando muchos lo son, y usan estas palabras como meros insultos. Lo cual prueba a qué nivel tan superficial de la educación opera el lenguaje en el caso de los valores.
Suso: lo de los libros de texto es otro asunto bien distinto (y bien peliagudo). El de Marina no está mal (es el que nosotros usamos), pero otros (obvio editoriales) son un horror, donde aparecen, sin el menor pudor, clasificaciones de tipos de familia bajo etiquetas como "conservadora-autoritaria", "tolerante-democrática" [no es exacto, ahora no las recuerdo con precisión, pero tuve el libro en mis manos y decía algo muy parecido] según la educación sexual que se de a los hijos. Si el problema va de libros de texto, entiendo el cabreo de muchos padres. Yo me he limitado a los objetivos que marca la ley, que son más genéricos. Al fin y al cabo, nadie te obliga a usar un libro de texto en tus clases.
Por lo que respecta a los valores compartidos, vuelvo a repetirme: eso no se enseña en dos horas semanales. Yo soy "tolerante" porque he visto a mis padres tratar con respeto a la gente, tener amistad con personas de distintas ideas, porque he tenido amigos que lo eran, etc., no porque alguien un día me explicó que eso estaba en la Declaración, que eso era lo democrático, o porque en un libro de texto ponía que hay muchos tipos de familias y de culturas. Los valores deben "mamarse" en casa, en la calle, en la tele. Si no, sólo se aprenden como palabras vacías que se sueltan en un examen y, a los dos días, se olvidan.
Entiendo y comparto lo que dices, pero ¿es ése el contenido de la asignatura, una explicación sobre lo que sean los valores? Si es así, no tengo nada que discutir. Tú serías entonces de la opinión que apuesta por el aprendizaje de los valores por contagio y contacto con los que fueron y son nuestros referentes personales. En la escuela, cualquier enseñanza de ética sería siempre transversal, indirecta, implícta, unas veces verbal y siempre personal, es decir, arraigada en el ejemplo que fluye de la persona del profesor con su sóla presencia, su modo de ser y de estar, de escuchar, de mirar a los ojos, de dirigirse a los alumnos... El alumno aprendería los valores de la escuela a partir del "valor" que fluyese de la persona del maestro. ¿Sería ésta tú postura?
Un abrazo de paso, Alejandro.
(Te leo después: ahora voy a ver "Buda explotó por vergüenza" en DVD)
Ya. Pero cuando mi hijo vuelva del cole y diga: "el profe dice que varios tipos de familias, y todas valen lo mismo, y que dos mujeres lesbianas que adoptan un niño son madres las dos, igual que mamá y tú sois padres...", etc, supondrá una cierta tensión –por la incoherencia entre familia y escuela–. Como contribuyente (soy el que paga esa escuela), y sujeto de Derechos (la Cosntitución "garantiza" la libertad de los padres a elegir la educación religiosa y moral de los hijos), puedo no querer esa situación. Que es una dificultad más en el difícil arte de criar a un niño.
Claro que un profe puede no decir esas cosas. Pero también puede hacerlo, y con libro de texto como apoyo, y además le amparará la ley, y las autoridades del momento, que están en la misma onda. Y los padres de la criatura seremos unos carcas que ponen en peligro el currículum del niño por nuestras ideas arcaicas y clasistas, y todo eso. Es un problemón más, que nos han impuesto sin necesidad alguna, un quebradero de cabeza para muchos padres en muchos colegios.
Bien, Beades. Pero en ningún objetivo de la asignatura se dice que tengas que explicar tipos de familia. Por eso decía que una cosa es la ley (que marca objetivos más bien genéricos) y otra los libros de texto. Y sí, es un problemón añadido e innecesario. Escribí la entrada no para defender la asignatura, sino para decir que se la puede criticar a un nivel más básico que el habitual. En cuanto a tus derechos como contribuyente... me temo que si cada uno pudiera decidir en qué se gasta el Estado sus impuestos, esto sería el coño de la Bernarda. Con perdón.
Suso, sí, básicamente mi postura es que los valores se enseñan de modo transversal. También se puede hacer una reflexión filosófica sobre ellos (tal es la tarea de Ética en 4º). O se puede enseñar normas cívicas, educación vial y la Constitución, etc., pero eso podría haberse introducido en Historia, Sociales, o haber hecho una asignatura exclusivamente sobre ese asunto, igual que los americanos estudian su historia, constitución, sistema de estado y gobierno, etc. Abrazos. ¿Qué tal la peli?
Creo que, finalmente, después de tú última explicación, mi postura sería coincidente con la tuya.
La pelicula muy bien: ver una realidad (Afganistán en este caso) a través de las peripecias de una niña que quiere ir a la escuela es hermoso y, ¡ay!, tristísimo, y no porque ocurra ninguna desgracia, que no ocurre, sino porque quizá mi estado ayer por la noche era muy permeable a esa fondo dramático que es el hoy del país afgano, visto a través de la fragilidad y el encanto de una niña.
Absolutamente recomendable.
Hola, Alejandro, tanto tu posts como los comentarios son muy elevados, y yo sólo querría hacer dos pequeñas matizaciones.
1º- La objeción de conciencia es un hecho moral, claro que sí, pero también es jurídico. Si yo incumplo un deber que me impone la Ley, la propia Ley, en algún caso, entiende que hay un valor por encima de ella, que lleve a que ese señor que la incumple no sea castigado (como antes la mili y la prestación sustitutoria).
Claro, si la Ley no reconoce eso (por ejemplo, en este caso, según el Supremo) y uno -por ética- sigue objetando, sigue incumpliendo, su acción pasa a ser ilegal, lo que añade el heroismo a la ética.
2º- Por supuesto que la asignatura es peligrosa, igual de peligrosa que sería para un padre agnóstico que obligaran a su hijo a estudiar Religión. Exactamente igual. La Constitución, sus deberes, sus instituciones, sus valores, son cosas objetivas, muy bien, como las tesis de Kant, la multiplicación, la Guerra Mundial. Pero el modelo de familia, la naturaleza del aborto, la propia ética, son temas discutibles (como, en el otro ejemplo, la gracia de Dios, el dogma de la Inmaculada o los requisitos de la confesión), que no deberían ser materia de evaluación.
Perfectamente de acuerdo, Fernando.
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