domingo, 15 de febrero de 2009

15 de febrero de 2009

Después de tantos días de frío y oscuridad, ha salido el sol. He abierto la terraza para que entre la luz en mi cuarto, y he dejado todo el trabajo que tenía pendiente sólo para mirar afuera. Me he sentado en la terraza con un café caliente y un cigarro, y -después de tantos meses- he cogido un libro de poesía. Un hombre no tiene derecho a trabajar cuando Dios ha querido hacer un domingo así. Mientras dormitan sobre mi mesa exámenes por corregir, papeles por rellenar, libros por leer, yo abro mis ojos a la radiante claridad de la tarde. Y porque sé que dentro de unas horas todo será oscuro y frío otra vez, quiero anotar aquí que no fue un sueño. Que el sol llenó la tierra de una lluvia finísima de bronce, que su luz se enredó en las telarañas y amansó los ruidos de la ciudad, que me sentí feliz antes de volver adentro y apagar el cigarro. Y su humo fue el incienso que quemé ante el precioso altar de este día.

7 comentarios:

Jesús dijo...

Texto hermosísimo, Alejandro.

Jesús Beades dijo...

Estamos hermanados. Aquí en Sevilla ha hecho un día de fría primavera, con un sol aún débil, pero sol. Durante algún rato, sin abrigo, en jersey. Niños y más niños por todas partes, y motos de esas de plástico con ruedas anchotas amenazando los tobillos adultos, en el Parque de María Luisa. A la porra el invierno.

E. G-Máiquez dijo...

Oh.

E. G-Máiquez dijo...

Amén. (Otra imagen más como la del incienso y me tiro al tabaco.)

José Luis Sánchez Domínguez dijo...

Preciosa estampa.

José Luis Sánchez Domínguez dijo...

Precioso paisaje

Adaldrida dijo...

Dios mío, Ale, cuánta belleza.
Por cierto te voy a enlazar que se me había olvidao hacerlo, ¡imperdonable!