sábado, 21 de mayo de 2011

Democracia real... cada vez menos

Esta entrada es, fundamentalmente, una respuesta a los comentarios hechos a la anterior. Ante todo, muchas gracias a quienes se han tomado la molestia de hacerlos, tanto a los elogios como a las críticas. En primer lugar quiero puntualizar mi referencia al mundo islámico: el motivo de mi preocupación no era el hecho de que se tome ideas de ellos -que lo hemos hecho, y a menudo, a lo largo de la historia- sino que da la impresión de que aquí ya no crece nada propio: no hay ni visión ni ideas. Todo es un simulacro de algo que ocurrió en el pasado o que está ocurriendo en el presente en otra parte del mundo.

Yo puedo entender el entusiasmo que causan estos espectáculos de euforia moral colectiva. En un mundo repetitivo, individualita y desestructurado, todo atisbo de cohesión social en torno a ideas morales no puede sino causar entusiasmo. El propio Kant -y eso que tenía un carácter poco revolucionario- describía así su percepción de la Revolución Francesa: "La revolución de un pueblo lleno de espiritu, que hemos visto realizarse en nuestros días, podrá tener éxito o fracasar; puede, quizá, estar tan repleta de miserias y crueldades, que un hombre bienpensante, que pudiera esperar ponerla en marcha por segunda vez, no se decidiera a un experimento de tales costos: una revolución tal, digo no obstante, encuentra en los ánimos de todos los espectadores que no están ellos mismos involucrados en el juegouna tal participación en el deseo, que rayana con el entusiasmo incluso si su exteriorízación resulta peligrosa; tal, en suma, que no puede tener otra causa que una disposición moral del género humano". Con todo, mi carácter se acerca más al de Gómez Dávila cuando escribía (cito desde mi mala memoria) "nada hay tan deprimente como una multitud en el espacio; ni nada tan entusiasmante como una multitud en el tiempo".

Me parece muy bien que la gente exprese su descontento. Tenemos muchos motivos para ello. También me alegra que cada cual ejerza su derecho democrático a reivindicar lo que crea justo (incluso aunque muchos no asuman la posibilidad de estar equivocados). Lo que no acepto es diluirme en un fascio cuyo único contenido político perceptible es la pura negación de lo que hay. Es tan entusiasmante como infantil e irresponsable lanzarse al monte de los profetas, desde donde es tan fácil decir qué malvados son los déspotas y los idólatras... Se señala el pecado, pero no la redención. Y lo cierto es que aquí no se aporta ninguna solución porque ni siquiera se sabe de qué problema exactamente se habla. Ya deberíamos tener suficiente memoria histórica para desconfiar de todo esto.

Con todo, lo peor, a día de hoy, es lo que menciona Fernando. La democracia y su conservación requieren una fina mirada moral que le falta a la mayoría de la gente, especialmente en este conjunto de tribus anarquistas que llamamos España. Me refiero al hecho de que las instituciones deben ser respetadas salvo allí donde son efecto de una manifiesta ilegitimidad. Lo difícil -y por ello especialmente necesario- de aceptar es el hecho de que las instituciones públicas, fruto del consenso constitucional y de una legitimidad incuestionablemente democrática- merecen ser, no ya respetadas, sino custodiadas. Protegidas con el celo del que las sabe resultado de una dura y penosa conquista histórica. Como decía Ortega, "nada de lo que da la civilización es el fruto natural de un árbol endémico. Todo es resultado de un esfuerzo". Las instituciones son ineficaces, lentas, irritantes... y, con todo, son lo único que garantiza la unidad de la ley frente al múltiple arbitrio de las voluntades. Hoy es jornada de reflexión. Idos todos a casa.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bien Ale, pero seguimos perdiendo la perspectiva a favor de darle credibilidad a unos soporíferos medios de comunicación. Son una minoría ridícula la gente de las plazas. No suponen nada respecto a la gente que piensa cosas muy semejantes. No se trata de seguir a los cuatro colgados que puedan salir en la tele, sino de aunar entre todos y ver qué puntos en común tenemos todo el país, que los hay (repito: cambio del sistema electoral, vigilancia de los políticos y otros pocos más) y a partir de ahí revitalizar un sistema democrático que ya no interesaba a nadie. Y tú mismo sabes que estas elecciones son una pantomima que no movía a nadie, esto no va de las elecciones porque los problemas son de mayor calado. Cuento con que gente inteligente y preparada como tú y tu hermano si algún día se puede -no digo que tenga que ser ahora o a partir de aquí- se sumen a mejorar este país marchito. No podemos ser una generación con tanta gente preparada (aunque seamos minoría frente a los vagos y pasotas) y dejar que el país se vaya a la deriva sin más, entre la indiferencia y el aburrimiento. Pero gracias por la respuesta, lo democrático es dialogar, y respeto tu planteamiento; yo también me siento ridículo en la masa y no creo en ella, pero internet puede empezar a ofrecernos la posibilidad de participar en el tiempo sin estar en el espacio, por ahí deben de venir los cambios. Un abrazo

Fernando dijo...

Así es, Alejandro

Que hoy, día de reflexión, se mantenga esta situación nos lleva a esta conclusión: que se te respete no depende ni de tu derecho jurídico ni de tu razón moral, sino de tu fuerza o del ruido que puedes montar.

Como en el status naturalis, vaya.

Embajador dijo...

Me parecen interesantes tus dos entradas. Hay cosas que comparto y otras que no. No voy a hacer una lista, simplemente quería señalar un par de cosas. Creo que si hubieras escrito "Redención" con r mayúscula la cosa quedaría más clara, porque al final ese y no otro es el problema.

Por otro lado la legitimidad de las instituciones actuales es sumamente cuestionable desde muchos puntos de vista. Me niego a creer que yo soy más libre y más listo que mi tatarabuelo. La evidencia me muestra lo contrario. La ideología me hace pensar que de hecho lo soy.

Embajador dijo...

Fernando- Muy de acuerdo con lo que dices. Creo que es el problema de una sociedad establecida en base a "derechos". Al final lleva necesariamente a la confrontación.

Anónimo dijo...

Puesto que NO se está haciendo campaña por ningún partido político, NO se están vulnerando ni la jornada de reflexión ni los derechos de los votantes a ella aparejados. En cuanto a la prohibición de la Junta Electoral, basta investigar un poco su composición para comprobar el verdadero calado de su legitimidad incuestionable o su independencia de la política electoralista. (Por cierto, muy relacionado esto último con una de las reivindicaciones más insistentes que se están haciendo: una verdadera separación de poderes).

Por otra parte, lo que precisamente han propiciado estas movilizaciones es que comience a darse una reflexión activa, ya sea desde unas u otras posiciones, a través del rechazo o de la adscripción o desde la postura que sea; reflexión que desde luego no había promovido en absoluto la narcisista clase política visible, ni durante esta campaña, ni durante los últimos tiempos.

Alejandro Martín dijo...

No quiero entrar en mucho debate por falta de tiempo. Sólo dos breves comentarios. En primer lugar: yo me pasé ayer por las "setas" de Sevilla y los chicos del PCE estaban repartiendo propaganda electoral. He visto otras consignas con contenido partidista en otras ciudades. Así que SÍ se está violando la jornada de reflexión. En segundo lugar, la ley D´Hondt se puede cuestionar cuanto se quiera, pero sin ella no hay sistema de las autonomías, y por tanto no hay España constitucional.

Anónimo dijo...

Evidentemente, que una minoría (y subrayo lo de minoría) vulnere lo que la mayoría de los concurrentes ha decidido y hecho, no es en absoluto representativo de las concentraciones, ni de su espíritu. La apropiación oportunista del movimiento por parte de ciertos partidos políticos ha sido precisamente criticada una y otra vez tanto por los portavoces como a través del seguimiento en internet.