martes, 13 de marzo de 2012

Abrazos

En la pared de mi habitación tengo El regreso del hijo pródigo de Rembrandt. Es un póster, claro, y el marco tiene una esquina rota. En la misma pared cuelga un detalle del Friso de Beethoven, de Klimt: el abrazo final de dos figuras desnudas, bañadas de luz, frente al coro de ángeles del Paraíso. Todo el mundo que viene a visitarme se detiene brevemente a observarlos. El cuadro de Rembrandt agita la emoción del reencuentro paterno, el abrazo último (y primero también) en que todo descansa; el de Klimt evoca la alegría erótica de los amantes, la consumación de un itinerario platónico que nos lleva a lo Uno por medio del amor. Es la nostalgia de un amor sin fisuras, de una alegría sin sombras, la que me lleva a romper el horror pleni de mis paredes. Y los observo ahora que es de noche, y el día ha quedado atrás con su ruido, sus coches en doble fila, sus índices bursátiles... Tal vez esos cuadros están ahí porque haya dejado de creer en aquello que prometen, porque haya querido exhibir en la pared el cadáver de mi propio deseo, aquello que Bloch describía como "la visión no falseada ideológicamente del contenido de la esperanza humana". O tal vez reflejan, como espejos, la más sagrada verdad del corazón humano, que late de nuevo al recordarla.

7 comentarios:

Fernando dijo...

Qué post tan triste, Alejandro.

¡Estabas tan contento cuando te viniste de La Mancha!

Nunca hay que dar por cerrada ninguna puerta.

Alejandro Martín dijo...

¡Y contento sigo, Fernando! Más que antes... :-D Un abrazo

Fernando dijo...

Ah.

Me alegro.

Anónimo dijo...

Tal vez la gente que entra en tu cuarto se quede observando ese marco quebrado que sostiene el Rembrandt.
Saludos.

Eva K.H. dijo...

Quizá sólo están ahí porque deben estarlo. Quizá no son más que un simple adorno que has decidido colgar en tu pared para que en momentos de sosiego, como seguramente lo estaba siendo cuando escribiste esto, despierten en ti la incertidumbre de por qué decidiste colocarlos ahí.

Como con casi cualquier cosa, el arte es algo subjetivo según quién lo mire. El significado de cada cuadro (y, por supuesto, su situación) es aquel que tú quieras darle. Yo tengo ante mí El Grito, de Munch, y cuando decido buscarle el por qué está ahí me digo a mí misma "Es una advertencia. Has de cuidar lo que se va, al igual que deberás cuidar de lo que viene".

Todas estas palabras perderán mañana sentido para mí, o no. Al fin y al cabo, no soy más que una "mocosa" inexperta que disfruta como nadie de tus entradas y la cantidad de sentimientos que percibo en ellas.

Un saludo, Alejandro.

Nicolás Fabelo dijo...

Me ha gustado mucho, Alejandro.

Alejandro Martín dijo...

Anónimo: tal vez. Y sería una metáfora muy romántica.

Eva: ni mocosa ni inexperta. Muchas gracias a ti por tu comentario :-)

Nico: gracias a ti también.

Un abrazo a todos