sábado, 24 de marzo de 2012

Razón, ciudadanía y educación

Cuando Aristóteles utilizaba el concepto de ζῷον λογικόν (animal con logos) para definir al hombre, pensaba a la vez en dos sentidos que, para nosotros, carecen de una relación tan obvia: logos es una habilidad discursiva que comprende el proceder llamado propiamente "lógico", deductivo, tanto como el proceder comunicativo y valorativo del lenguaje. Por eso ser racional es, al mismo tiempo, ser capaz de conocer, de deducir, de comunicarse, de dialogar, de valorar las acciones y los hechos. En Kant la separación es ya muy explícita, recogiendo la tradición de la modernidad que hunde sus raíces en el nominalismo. Si para Ockham la razón no tiene ni puede tener como objeto el valor moral, para Kant el uso teórico y el uso práctico de la razón apenas se entrelazan más allá de la común tendencia a lo universal de ambos. Desde entonces, los pensadores críticos -aquellos que se formaron en esa tradición especulativa que conecta a Kant con Marx a través de Hegel- no se cansaron de poner de manifiesto la deriva teorética de nuestra cultura: una vida colectiva basada cada vez más en el desarrollo de la razón instrumental (tal es la expresión de Horkheimer) a costa del olvido de la dimensión comunicativa de la misma (Habermas).

La diferencia entre ambos tipos (o usos) de razón no es absoluta, y el olvido de la dimensión comunicativa de la razón tampoco debe ser exagerado: al fin y al cabo, nuestra cultura ha conseguido notables avances en el desarrollo de instrumentos éticos y políticos razonables. Pero el descuido es obvio, entre otros ámbitos, en el educativo. Mientras se discute si la hora semanal de Educación Cívica y Constitucional debe reemplazar a la hora de
Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos, lo cierto es que hay un déficit que salta inmediatamente a la vista: los alumnos que parecen manejar bien ciertas destrezas cognitivas (el cálculo, el análisis, la memorización, etc.) carecen de las más rudimentarias destrezas éticas. Y digo éticas, no morales. Pues, afortunadamente, la moral, como su propio nombre indica, es costumbre, y se mantiene inercialmente al margen de las instituciones políticas. Con todo, las habilidades empáticas, la crítica, la suspicacia frente a lo dado, la capacidad para tomar en consideración las múltiples dimensiones de un problema..., son aspectos que quedan al margen de la formación social del animal racional, al menos si los comparamos con los aspectos teoréticos. Entre las generaciones adultas la cosa no mejora mucho. Así, la generalizada falta de sentido del deber, la rigidez de las estructuras de pensamiento y conducta, el sectarismo, la falta de un criterio operativo de justicia, de proporcionalidad, de mesura... son déficits que se revelan cada día a ojos de todos. Sin ir más lejos, qué escandalosamente obvia se muestra estos días la minoría de edad ética de tanta gente capaz de reconocer con absoluta nitidez e inteligencia los errores, mentiras y contradicciones de un partido político y ser absolutamente ciega, hasta los límites del subdesarrollo mental, ante los errores, mentiras y contradicciones del partido al que es afín por pura sumisión ideológica (en el sentido más peyorativo, esto es, marxista, del término). Todo esto da qué pensar sobre las carencias de nuestra educación, y más en cuanto que los valores no son contenidos conceptuales que puedan ser tratados como objetos y enseñados como informaciones acerca del mundo, sino que forman parte del tejido mismo de las acciones. Son constitutivamente transversales. Lo que no significa "secundarios", sino inseparables del transcurso incesante de la actividad social. Esto es lo que hay que impulsar. Al fin y al cabo, la educación es la más grande, la más esencial de todas las empresas colectivas.

2 comentarios:

J.M.M. dijo...

"Sin ir más lejos, qué escandalosamente obvia se muestra estos días la minoría de edad ética de tanta gente capaz de reconocer con absoluta nitidez e inteligencia los errores, mentiras y contradicciones de un partido político y ser absolutamente ciega, hasta los límites del subdesarrollo mental, ante los errores, mentiras y contradicciones del partido al que es afín por pura sumisión ideológica". ¿No ve usted que hace gala de la misma ceguera y sumisión ideológica ( en el sentido nacionalsocialista del término )? Valencia arruinada, el señor Matas 6 años de cárcel, el vicepresidente de la comunidad de Madrid recibiendo casas en la Costa del Sol, el engaño desvergonzado a los pensionistas, Arenas ocultando sus ingresos verdaderos y favoreciendo descaradamente al bufete de su suegro, los maridos de Cospedal y Santamaría utilizando su cargo para medrar sin pudor... Será que usted también ha sido educado en Andalucía.

Alejandro Martín dijo...

Hola. Gracias por su aportación, que corrobora mi concepción del partidismo como una forma de estado de conciencia neurótico.

Cuando digo que uso la palabra "ideología" en el sentido marxista del término me refiero a aquel que liga las formas de pensamiento y de discurso al estado de alienación creado por la clase dominante. Alienación que, en su caso, le incapacita incluso para leer sin los filtros neuróticos de la suspicacia y el prejuicio. Si se toma la molestia de revisar el texto que critica, verá que todo lo que digo es aplicable a cualquier posición ideológica y a cualquier partido político. Que incluye, pues, la ceguera de la izquierda tanto como la de la derecha. En el post del 11 de enero, titulado "Los partidos políticos", esto lo digo de una manera bastante explícita.

Y sí: me eduqué en Andalucía. En un instituto público, además. Allí aprendí muchas cosas y tuve profesores excelentes. Lo que no me impide criticar las faltas del sistema educativo para mejorarlo. Creo que es mi deber como ciudadano y como persona que se dedica a la educación. Antes (eran otros tiempos), la crítica era la esencia del progresismo.