El tema de los telediarios de hoy ha sido la Declaración de los Derechos Humanos, de la que ahora se cumplen 60 años. El noticiario de Antena 3 ha elegido una curiosa manera de ejemplificar su incumplimiento: para demostrar que los españoles seguimos rechazando a las personas por sus creencias religiosas, han vestido a una señora con un burka afgano (el chador, que ni siquiera deja ver los ojos) y la han paseado por una céntrica calle de una importante ciudad española. Después, grababan los comentarios de sorpresa de la gente, la negativa de los taxis a pararse y de los comercios a abrirle sus puertas. Ésta era -según el noticiario- la prueba de nuestra intolerancia.
Señores de Antena 3: dejando al margen el hecho evidente de que cualquir persona que oculta el rostro provoca miedo y de que si yo fuera dueño de una joyería tampoco dejaría entrar a nadie que se presentase tapado de arriba a abajo, deberían saber que el burka no es símbolo ni expresión de una fe, sino imagen viva de una milenaria historia de dominio que le antecede; es la historia de algo contra lo que los países libres han luchado y sobre lo que han logrado levantar tímidamente sus cabezas. El burka provoca lesiones en la frente, el pelo y la cara de las mujeres que lo llevan, crea lesiones oculares y respiratorias, y a menudo es causa de accidentes. El origen del burka -por cierto, muy reciente- no es otro que la pretensión de ocultar la belleza de la mujer, siempre hiriente a los ojos del fanatismo, el miedo y el resentimiento. Es expresión del primitivo y mezquino intento de raptar a la mujer de la mirada del otro, pues toda mirada es una forma de posesión. Y ya se sabe que el hombre, como Dios, es celoso.
Al contrario que estos supuestos apóstoles de la tolerancia vacía, me consuela ver que los españoles siguen asombrándose ante esa imagen y preocupándose de que, en algunos lugares del mundo, las feas manos del rencor sigan siendo capaces de ocultar el fuerte y sereno rostro de la belleza.
2 comentarios:
Las únicas manos que pueden cubrir la belleza sin ocultarla son las del pudor y la humildad, que le quitan a la bella y al bello todo espejo, y así, en vez de caer en sí mismos, pueden caer hacia los demás, ofrecidos.
También me ha parecido, cuando lo he visto este mediodía, una tontería más para rellenar noticiario. Cada vez son más malos los guiones de noticias en la tele, sobre todo en Antena 3. La oposición al burka no sólo es por motivos de defensa de la mujer, sino por seguridad. La capa larga se prohibió en tiempos de Esquilache para impedir el anónimato y la revuelta callejera, igual que muchas dictaduras han hecho con los carnavales (como hizo Franco, por cierto, en Cádiz, aunque se zafaban a su modo). Lo que pasa es que el carnaval es una semana de cachondeo, que recuerda que el resto del tiempo también somos máscaras, no rostros verdaderos todavía. Y previo a la cuaresma, donde buscamos ese rostro por llegar, el Rostro.
El burka es para siempre y para todo, y sume en una noche negra a quien lo lleva, y por la fuerza. Pero insisto en que servirían razones de orden público, la identificación de las personas. Si alguien presenta su DNI o pasaporte a las autoridades, éstas le pueden pedir que se quite el sombrero o las gafas para identificarlo. Pero dile tú a una de estas que se levante el burka (tendría que desnudarse entera, pues es una sola pieza), sin que el marido venga a pedirte cuentas. Con una excepción: mi tío, como funcionario, tiene que firmar partes de "idoneidad" para adquirir la nacionalidad española en Ceuta, y ahí sí que se levantan el burka. Una vez nacionalizados, ya harán lo que quieran.
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