miércoles, 1 de abril de 2009

Mateo

Mateo es mi gato. Es siamés, así que tiene los ojos azules y el cuerpo de ese color típico de su raza, que por lo visto se llama "pointed". Hace meses que desapareció, y sigo hablando de él como si tal cosa, aunque, teniendo en cuenta antecedentes y circunstancias, es casi seguro que esté muerto. Pasa como con las personas: enterrarlas es fundamental para despedirnos definitivamente de ellas, dejarlas pasar al mundo de los muertos, aunque ese mundo sólo exista en nuestra memoria. La memoria de los muertos: esa fortaleza rodeada de altos muros para evitar que quienes han entrado allí regresen a la memoria de los vivos.

Pero Mateo no está aún allí. Así que, cuando viajo a Sevilla, sigue alegrándome imaginar que lo veré al llegar a casa, caminado hacia mí con sus delicadas patitas negras posándose sigilosamente en las hojas del paraíso, extendidas como un manto cobrizo sobre el jardín. Me parece que estuviera en "algún sitio", a punto de saltar entre los setos y subírseme encima, para mirarme con sus enormes ojos azules un momento antes de dormirse plácidamente en mi regazo.

8 comentarios:

Vicky dijo...

Hola Alejandro.Me a gustado tu blog y te diré una cosa , si yo fuera tu gato Mateo;no dudaria en volver a casa...saludos.Vicky

E. G-Máiquez dijo...

"La muerte no interrumpe nada", dejó dicho Rosales.

Píramo dijo...

Tu gato vive ahora en tu otra casa, el blog que con tanto esmero cuidas. Saludos de un nuevo bloggero.

Alejandro Martín dijo...

Gracias a todos por vuestros comentarios. Un abrazo

Adaldrida dijo...

jo qué pena. Yo quiero tener un gato y no puedo, ya sabes que tuve uno en Pamplona y subía por todo mi cuerpo hasta acurrucarse en mi hombro y morderme la oreja, ¡era el gatoloro!

Charo dijo...

te amo más cuando amas a los gatos.

Javier Hernández Cuesta dijo...

Hola Alejandro,

Ahora hay algo más que misteriosamente me vincula a ti. Me refiero a Mateo, tu gato, mi perro, pues así se llama este enigmático compañero que encontré hace cinco años. Un don de Dios.

Un saludo y espero que nos veamos pronto.

Alejandro Martín dijo...

Gracias por recordarme la etimología, Javier. Me ha hecho pensar en por qué hay algo espiritual en la mirada de nuestros compañeros animales.