miércoles, 2 de diciembre de 2009

Los malos

La impactante noticia de un hombre falsamente acusado del asesinato y violación de su hijastra está dando que hablar. Hechos como éste -y otros muchos anteriores- deberían hacernos reflexionar a todos sobre si no sería conveniente cambiar la legislación para impedir que los sospechosos sean linchados por el populacho (recordemos las frecuentes imágenes de muchedumbres apostadas a las puertas de cualquier juzgado), por los medios o por los mismos políticos, que aprovechan estas tragedias para revestirse del aura de majestad que confiere la indignación y firmeza frente a los malos. Pero algo más habría que pensar, más allá de la inocencia y la culpa: por ejemplo, podríamos constatar de una vez en qué horrible jauría de bestias sedientas de venganza se convierte una sociedad cuando prescinde del aspecto misericordioso que ha de tener todo trato con el mal. Que el acto malo no destruye nunca la dignidad en nosotros es un pensamiento demasiado metafísico -sí, demasiado cristiano también- para tener cabida en un mundo donde los cobardes, los hipócritas y los resentidos están siempre dispuestos a saltar desde sus escondrijos para tirar la primera y hasta la última piedra.

6 comentarios:

Héctor Meda dijo...

Es cierta la idea de que el acto malo no destruye nunca la dignidad en nosotros es un pensamiento cristiano como creo que ilustró perfectamente una vez Orson Scott Card pero no sé hasta qué punto es conveniente aminorar la repulsión natural a ciertas prácticas criminales.

Esto se ve claramente cuando se quiere empatizar con el terrorista contextualizando el terrorismo y acercándose peligrosamente al en parte ellos también tienen la culpa.

Lo que no me produce duda es la maldad de ciertos periodistas que no dudan en hacer juicios paralelos. Pienso en Mainar ahora y los programas especiales a ellos.

Jesús dijo...

Amén. Y habría que recordar aquello del Génesis, Caín, el "malo", custodiado por Dios.

Máximo Silencio dijo...

No estoy de acuerdo en que dicho pensamiento sea cristiano, sino que es la base de nuestra esencia como hombres. ¿Es el acto el qué hace al hombre o se es hombre en tanto que se existe como tal?

Demasiado metafísico a lo mejor, pero ya lo desprendía Hegel de sus escritos: La filosofía lo embauca todo.

Si caemos en la determinación de que el acto hace al hombre, entonces podemos validar las numerosas muertes del comunismo abanderadas con la categoría "Enemigo del pueblo" y también podríamos eliminar a todo delincuente y toda conducta antisocial. ¿Eso es lícito? El hombre es digno, y lo será siempre pues no hay cambio sustancial en su esencia por los actos que cometa.

Totalmente de acuerdo en lo demás. Genial artículo y fatal noticia. La misericordia se ha perdido, los crímenes son el alimento del pueblo hambriento de justicia.

Saludos.

José Miguel Ridao dijo...

Estoy de acuerdo en que hay que impedir los "linchamientos" y, sobre todo, los juicios paralelos que se hacen en los medios. En cuanto a la misericordia frente al mal, la veo muy peligrosa, pues da alas a los malvados, que vuelven a delinquir. Son muchos los casos de asesinos que, tras ser condenados, salen por buena conducta y vuelven a matar. Ellos confunden nuestra misericordia con estupidez. En mi opinión hay que actuar con frialdad, dándoles el castigo que merecen.

Un saludo.

Alejandro Martín dijo...

Queridos Héctor y José Miguel: la indignación ante el mal es natural (y buena). Pero esa indignación se vuelve inhumana si no va acompañada de un "estupor" ante la degradación de la humanidad que el mal implica. Y peligrosa si encima se utiliza para despertar en las masas los más rudos sentimientos de venganza. (Aquí la cosa no llega tan lejos, pero recordad los episodios de "justicia popular" que, con vierta frecuencia, nos llegan de México y otros países).

Creo que la aplicación de la justicia debe ser, José Miguel, efectivamente fría. Yo no propongo ni mucho menos empatizar o relativizar, sino respetar la humanidad del "malo". Tenemos derecho a juzgarle y condenarle de acuerdo a leyes justas. A nada más.

E. G-Máiquez dijo...

Magnífica reflexión. Y qué bien la recoge Suso para contarnos la protección de Dios sobre Caín.