sábado, 2 de octubre de 2010

Cristianismo y nazismo (y, de paso, otros ismos)

El estupendo blog Pensamiento del vacío nos propone una genealogía cristiana del nacionalsocialismo. La serie de entradas que Anti-Pensador dedica al tema están bien argumentadas y documentadas. Me interesa especialmente el énfasis que pone en el tema de la educación violenta de los niños, al hilo de la película La cinta blanca, inquietante asunto al que se ha dedicado la famosa Alice Miller. Sin embargo, para ser justos analizando este tema, además de leer la tediosa literatura epilogal de la propaganda comunista de los sesenta, no estaría de más tener en cuenta también lo que dicen en sus cartas los prisioneros demócratas franceses, belgas e ingleses encarcelados por los nazis: también ellos creían tener a Dios y a Cristo de su lado, lo que no convierte al cristianismo en el origen de la democracia. Estaría igualmente bien releer los testimonios sobre Josef Müller, católico activo en la resistencia antinazi y contacto con el Vaticano; lo que dicen del papel de la Iglesia en los años del nazismo gente como Isaac Herzog, Leo Kukowitzki, o el propio Einstein, no sospechosos precisamente de catolicismo. Tampoco está de más repasar las indicaciones contenidas en la Encíclica Mit brennender Sorge acerca del pecado de idolatrar la raza, el Estado o las autoridades públicas, leída en el 37 en todas las iglesias católicas alemanas. Plantearse también por qué el Programa del Partido Nazi defiende explícitamente la libertad religiosa, y señala claramente el problema judío como una cuestión exclusivamente racial, desvinculada de toda connotación religiosa. No está de más tampoco pensar en la condena vaticana a la invasión de Polonia, así como en las ejecuciones de clérigos por parte del gobierno nazi (desde el gran Bonhoeffer al famoso y beatificado obispo de Münster Clemens August Graf von Galen). Por último, sería bueno plantearse por qué países protestantes y católicos (como Reino Unido y Polonia) no produjeron un movimiento nacionalsocialista. Y, sobre todo: por qué movimientos de masas autoritarios y genocidas como el comunismo bolchevique o el imperialismo nipón, que responden a las mismas características de sadismo, exterminio, autoritarismo, obediencia ciega, etc., no responden sin embargo a ninguna de esas supuestas fuentes cristianas que con tanta facilidad se ponen sobre la mesa para explicar la génesis del nazismo. Sospecho que cuando uno tiene una teoría que demoniza las propias obsesiones personales, los hechos acaban volviéndose sorprendentemente selectivos.

9 comentarios:

Nicolás Fabelo (ex Nicasolás) dijo...

Como mencionabas a Polonia, puede ser interesante echar un vistazo a este curioso mix de nacionalismo y catolicismo:

http://en.wikipedia.org/wiki/Sarmatism

Conviene recordar que la muy católica Polonia ha sido, al igual que la no menos católica España, uno de los países del mundo con mayor hostilidad hacia los judíos. Supongo que el factor "catolicismo" tendrá algo que ver...

Alejandro Martín dijo...

Hola, Nicolás. El enlace sobre el sarmatismo no sé si aporta mucho a esta cuestión en concreto. Ser católico, ser nacionalista, o incluso ser antisemita no te convierte, sin más, en nazi, que es la cuestión que se debate aquí. Los europeos han sido antisemitas desde que hay semitas en Europa. La opción de exterminarlos fue una decisión personal de los líderes nazis, y esto es lo que hay que analizar.

A mí se me ocure, sin irnos más lejos, que el antisemitismo reivindicado por los nazis era un antisemitismo biológico, basado en teorías científicas racistas con bastante peso en aquella época. ¿Debemos culpar entonces a la ciencia de principios de siglo?

Ten en cuenta, por otra parte, que el cristianismo es la religión mayoritaria en dos tercios de todos los países del mundo. La pregunta es: si el cristianismo es su causa, ¿por qué el nacionalsocialismo se desarrolla sólo en Alemania? Y entonces es cuando hay que analizar OTRAS causas, por si, además del indudable peso del antisemitismo histórico, hay algo más. Por ejemplo, ver qué lo une a otros movimientos similares, como digo en el post: el comunismo bolchevique o el imperialismo japonés. Los japoneses, animados por una ideología narcisista y totalitaria muy similar a la de los nazis, mataron 17 millones de civiles chinos durante la Guerra. ¿También tienen la culpa el sarmatismo y los Reyes Católicos?

Juan Nadie dijo...

¡Qué esencial resulta no caer en el juego de los asertos por conveniencia! mal que nos pese la evidencia. Parece muy pertinente observar que a veces correlación no implica causalidad. Debemos huir de toda connivencia intelectual y no dejar de mostrar hechos que vuelven débiles nuestros postulados para evitar el tropiezo con la episteme dogmática.

Sin duda el nazismo no se puede entender sin el cristianismo, del mismo modo que resulta incomprensible su auge sin la concomitancia de otros factores.

Excelente crítica.

Nicolás Fabelo dijo...

El odio a los judíos ha sido inoculado durante siglos y siglos por la Iglesia a la plebe analfabeta del continente: podría decirse que está inscrito en el ADN del europeo común. El populacho siempre tuvo presente que los judíos mataron a nuestro Dios (¡delito imperdonable!). Y encima solían ser más ricos (o menos pobres) que los cristianos: por si no era suficiente con su condición deicida, ahí tenemos a la envidia para poner en bandeja los pogromos y demás salvajadas.
Como bien dices, el cristianismo no explica el genocidio nazi; pero es verdad que sin ese sentimiento antisemita secular de raíz cristiana no es explicable el Holocausto. Si los Reyes Católicos no los hubiesen expulsado, quizá hubieran acabado masacrados en España siglos antes de Hitler...

Alejandro Martín dijo...

Nicolás: las cosas siempre son más complejas. Decir que la Iglesia "inocula" el odio a los judíos es una simplificación ideológica. El odio a los judíos es una cuestión que sólo se entiende desde un análisis sociológico: cualquier subgrupo social (religioso, étnico, lingüístico...) tiende a crear animadversión en el resto de la sociedad. No hay que irse a la Iglesia medieval. Ocurre en cualquier sitio del mundo: había y hay, por ejemplo, antisemitismo entre los musulmanes, y para ellos los judíos no son deicidas. La sociedad desconfía del grupo minoritario (esto lo vemos incluso en nuestro tiempo), tanto más cuanto más cerrado es ese grupo. Y los judíos, indudablemente, son un grupo muy hermético. Cuando ese grupo adquiere cierta notoriedad, la desconfianza se convierte en miedo y en odio. Pero incluso ese miedo y odio necesita mucho más para convertirse en nacionalsocialismo.

El problema de estos análisis reduccionistas es que comparten el viejo vicio metafísico de querer reducir cualquier hecho a UNA causa, cuando en realidad las cosas son siempre resultado de multitud de causas, no todas igualmente reconocibles.

Nicolás Fabelo dijo...

Alejandro, vuelvo a meter parte de mi comentario por si no quedó claro:

"Como bien dices, el cristianismo no explica el genocidio nazi; pero es verdad que sin ese sentimiento antisemita secular de raíz cristiana no es explicable el Holocausto".

¡Es obvio que no estoy reduciendo el Holacausto a UNA sola causa!: Sólo afirmo que ya había un caldo de cultivo propicio (incluso diría que necesario) para ello

Alejandro Martín dijo...

Nicolás, perdona mi imprecisión. Con "análisis reduccionistas" no me refería al tuyo, sino al del blog que enlazo en mi entrada.

Lo que yo niego de tu comentario es únicamente que ese antisemitismo sea necesariamente "de raíz cristiana", como si fuera una consecuencia lógica del cristianismo. En realidad, es consecuencia de la complejidad social y los conflictos que se derivan de ésta cuando no se dispone de las herramientas políticas e intelectuales para asimilarla.

Alejandro Martín dijo...

Además, niego que fuera un mal "inoculado" por los curas a los sencillos aldeanos, naturalmente bondadosos pero pervertidos por el adoctrinamiento católico. Más bien, me inclino a pensar que la población analfabeta era, de por sí, mucho más hostil a los judíos (con cuya insultante prosperidad tenían que convivir) que la propia Iglesia institucional. Y ahí está el relato (ahora no recuerdo si fue en el siglo XI o XII) de lo ocurrido cuando el populacho asaltó el palacio del obispo de Mainz al enterarse de que éste había dado refugio a los judíos. O el respaldo del Papa Alejandro II a las políticas de Fernando I en defensa de los judíos.

Nicolás Fabelo dijo...

Alejandro, quizá tengas razón en tu último comentario. Desde luego, no seré yo quien sostenga la bondad natural de la chusma. ¡Un saludo!