En este preciso instante mi vecina está gritando a su hija. Casi todos los días la insulta y, cuando no lo hace directamente, acompaña sus amonestaciones con espantosas expresiones de cólera y de rabia. Cuando vivía en mi anterior casa, vi una escena terrible: mi vecina llamaba a su propio hijo, que acababa de derramar no sé qué cosa en el garaje, “cabrón, hijo de puta”. El niño estaba frente a ella, inmóvil, con la cabeza agachada mirando al suelo. Recuerdo que sentí una enorme tristeza y un enorme asco. Y recuerdo también que mi cuñada me contó, en cierta ocasión en que paseaba con mi sobrina por el parque, cómo un hombre se refería a sus propias hijas, unas gemelas preciosas, como “este par de perras”.
Sin llegar a la agresión física, estas tres escenas resumen la ubicuidad del maltrato infantil y de la violencia mecanizada de nuestra sociedad. Los seres más indefensos de la comunidad humana –justo aquellos a los que deberíamos enseñar a crecer desde la fragilidad y el miedo hacia la confianza, el respeto y la dignidad–son permanentemente vejados y humillados, y convertidos en el vertedero de nuestras frustraciones, de nuestra ira y de una violencia que, a su vez, hemos aprendido. La violencia se convierte, así, en un patrón de conducta adquirido, que, al no poder ser satisfecho en la vida social, es interiorizado patológicamente en multitud de trastornos, o exteriorizado en forma de nuevos maltratos a las generaciones siguientes. La violencia es omnipresente en una sociedad hipócrita que ha hecho de ésta un tabú para sus fines ideológicos, pero a la que hace espacio cada día, en la intimidad de los hogares, convertidos en auténticos bastiones de la impunidad, y que se perpetúa como un cáncer, bajo la mirada indiferente de todos.
5 comentarios:
Hola, Alejandro, los tres casos son terroríficos, pero seguro que también se podría hacer otro post que se llamara "Violencia contra los padres". Tú, que eres profesor, seguro que has tenido que lidiar con algún caso propio de la fiscalía de menores.
Sí, sin duda, Fernando. Pero incluso esos casos propios de la fiscalía de menores son, casi siempre, producto de ese maltrato generalizado que describo en el post.
Hola, Alejando, ¡cuánto tiempo!, no sin leerte, sino sin comentarte. Quiero simplemente anotar esta cita del pintor Odilon Redon: “No hubo jamás ni un solo instante, -lo digo desde lo más profundo de mi alma- en el que yo haya cometido la menor falta contra vosotros [los niños]”, declarando así que la piedra de toque de la verdad de una vida y de toda una civilización es si el niño, el débil por antonomasia, permanece "intocable".
Un abrazo.
Querido Suso: gracias por el saludo y la cita. Yo también soy de poco comentar, pero sigo tus estupendas entradas. Un abrazo
AMEN.
Un saludo.
Publicar un comentario