miércoles, 13 de julio de 2016

El caso Rajoy

Alguien debería escribir un libro que tal vez quisiera titular El caso Rajoy, inspirado en aquel que Nietzsche dedicara a la psicopatología colectiva que hizo posible el triunfo de la música de Wagner. La tesis era, en aquella obra, que la música de Wagner triunfa solo en la medida en que excita los sentimientos mientras desatiende todo lo que es propiamente música. Como las canciones de Pablo Alborán, para entendernos. Rajoy también es un caso curioso. Su triunfo político se lo debe a una genial renuncia a todo cuanto es político: la resolución, la gestión, la negociación, la representación. Rajoy funciona como una película de terror: ocultándose a sí mismo como el misterio que, al revelarse, se mostraría vano y acabaría con la tensión. Hace poco me decía una amiga alemana, al verlo en la tele, que le parecía un tipo competente y serio. En otra ocasión, alguien me comentaba que parecía un abuelillo simpático, a lo que solo habría que añadir: agredido por unos jovenzuelos insolentes y crueles. Pero esta curiosa combinación de amable ancianidad, competencia fingida y victimización no es todo. Como decía, Rajoy renuncia a dar cuenta de su gestión, renuncia a exponerse a la prensa, renuncia a sentarse en una mesa para hablar de qué piensa hacer en los próximos años y con quién. Todo ello le permite danzar sobre sí mismo mientras el universo se colapsa a su alrededor. Esta danza se repetirá en los días previos a la investidura: muchos pensamos que, dadas las circunstancias salidas de las urnas, lo más razonable sería que Rajoy encabezara el próximo gobierno. Cualquiera entiende, no obstante, que ello le exigirá, por la propia situación parlamentaria, dialogar y ceder ante otras fuerzas. Pero Rajoy usará otra vez su magia para obligar a los demás a moverse alrededor de él mientras logra evitar cualquier contacto profano con la realidad que aborrece. Con el obvio respaldo de sus 137 diputados conseguirá hacer invisible la también obvia realidad de que tiene enfrente a 213 diputados de la oposición y a un país que reclama, incluso desde sus propias filas, la renovación de muchas cosas. Él seguirá siendo el agujero negro alrededor del cual giran, mientras son engullidas, las galaxias.

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