La semana pasada mis alumnos hicieron huelga para protestar contra el plan de Bolonia. Uno o dos días antes, una pareja de representantes de los cursos de Bachillerato se fueron pasando por las clases para explicar los horrores de dicho plan. Nos informaron de cosas como las siguientes: que el plan “privatizaba” la educación universitaria, que se iban a suprimir las becas, que ponía la Universidad al servicio “de los reaccionarios” en contra “de la clase trabajadora”. Decían eso, lo decían en serio, y por supuesto no tenían ni la más remota idea del contenido del plan. Como profesor, se me hizo difícil decidir cómo debía reaccionar ante una cantidad tan enorme de disparates, sin con ello enfriar el legítimo, sano y prometedor inconformismo de mis alumnos...
Pero, ¿qué decir? ¿acaso podría ser de otro modo? Uno contempla cada día con tristeza cómo lo que para Hegel aún era el arduo y paciente trabajo del concepto se va convirtiendo en la perpetua siesta de la palabrería. El lenguaje de una sociedad entera, atrapado en la tela de araña que han tejido a medias la pereza y la estupidez. Los políticos, que debían ser modelos de análisis, polémica y persuasión, son quienes más han hecho por desmantelar el levísimo andamiaje de racionalidad ibérica para plantar en su lugar ese pastiche de tópicos, clichés y eslóganes con el que nos saturan cada día. Baste recordar a Rajoy frivolizando sobre el cambio climático, o al mismo utilizando el salario de desempleo de los inmigrantes para criticar la gestión económica del gobierno. ¿Y qué decir del abuelo fusilado de Zapatero, de sus discursos con la bandera republicana al fondo, de sus alianzas de qué...? Superficie, mensaje, consigna: el definitivo asalto a la razón, acelerado por la restricción de los espacios políticos en los telediarios. Lo último que hemos visto traspasa todos los límites pensables de la elegancia, el buen gusto, la moralidad: Pepiño arrojándose (dialécticamente) al cuello de Esperanza Aguirre porque la mujer, después de un atentado terrorista en el que pudo perder la vida, cogió el primer avión que pudo.
Todo alrededor se va volviendo grosero, superficial, indecente. Por eso los profesores de filosofía, aunque nunca consiguiéramos que nuestros alumnos aprendiesen qué simboliza la caverna, ni cómo se entienden las cinco vías, ni qué demonios es un juicio sintético a priori, deberíamos, al menos, lograr que entendiesen hasta el fondo estas famosas palabras de Deleuze: “Cuando alguien pregunta para qué sirve la Filosofía, la respuesta debe ser agresiva, ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no sirve ni al Estado ni a la Iglesia, que tienen otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer: una Filosofía que no entristece o no contraría a nadie no es una filosofía. Sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa. Sólo tiene ese uso: denunciar la bajeza del pensamiento bajo todas sus formas”.
8 comentarios:
Buenísima la cita final, me la guardo. Y qué bueno: "la perpetua siesta de la palabrería".
Todo empieza, como bien dices, por las cabezas visibles del Estado. A la vieja guardia política (Felipe González, Aznar, Anguita...) se les pueden reprochar muchas cosas, pero su discurso político nunca fue tan conceptualmente vacuo como el de la nueva clase política. Tres o cuatro consignas baratas y ya tienes al redil de cada partido satisfecho.
PD: ¿ Y qué me decís de que un telediario (el de Cuatro concretamente) dedique más de media hora a deportes y sólo veinte minutos a noticias más serias?
Querido Alejandro:
Si les van a privatizar la Universidad, si les van a quitar las becas, sin les van a dar Educación para la Ciudadanía pero en reaccionario, ¿cómo no van a hacer huelga? El milagro es que no hayan asaltado y prendido fuego a la Delegación de Educación más cercana.
No hay que reprocharles nada, pues sus mayores no funcionan con esquemas más sutiles. Por poner un ejemplo: ¿no se ha reducido el terrible asunto de las fosas de Garzón a que si los pobres descendientes pueden abrir o no las fosas? Claro, claro, qué malos son los de derechas, que no quieren que se puedan abrir las fosas, pobre gente.
En fin, por concluir: no tengo mucha idea del Plan Bolonia, más allá de que consiste en estudiar todavía menos cursos que antes y en dar todavía más poder a los Rectores y a las Comunidades Autónomas que antes, si es que estas cosas son ontológicamente posibles.
Un saludo.
El asunto, obviamente, es que ni les van a privatizar la Universidad ni les van a quitar las becas. Protestan contra algo irreal. En cuanto a lo de "educación para la ciudadanía en reaccionario", Fernando, tendrás que explicarlo mejor. No entiendo a qué te refieres.
De todas formas, no escribo contra el hecho de que mis alumnos hagan huelga contra el Plan de Bolonia (eso sería tema para otra entrada, pero ya adelanto que si realmente el Plan de Bolonia implica transformar nuestras Universidades según el modelo anglosajón, es lo mejor que podría pasarnos. Tan bueno que no es vedad). Yo escribo contra el hecho de que hagan esa huelga bajo las consignas de siempre, los clichés falsamente progresistas, sin informarse, sin reflexionar con seriedad. Y culpo de esto (además de a su edad, lo cual es un eximente) al clima general de superficialidad y frivolidad que crean nuestros políticos, tertulianos y cineastas...
Hola, Alejandro. Me quise hacer el gracioso y al final logré dejar oscura la idea.
Estoy de acuerdo contigo al 100%: se manipula a los chicos como se manipula a los adultos, con ideas sencillas repetidas muchas veces. Eso es posible porque somos un país inculto, con poco espíritu crítico. Mi chiste sobre la Educacion para la Ciudadanía en reaccionario vino de lo que -según tu post- les dijeron: que Bolonia iba a entregar la Universidad a los reaccionarios, que manipularían a los universitarios como ahora se va a manipular a los bachilleres. Un mal chiste, vaya.
Reitero lo dicho de mi ignorancia sobre Bolonia, que por lo que he leído consiste en estudiar todavía menos y dar todavía más poder a diversos caciques.
Fernando, perdona, mi inexperiencia en esto de los blogs es la culpable de que aún no pille las ironías, a no ser que sean totalmente obvias...
El Plan de Bolonia es, antes que nada, necesario (no tenía sentido que las Universidades españolas no estuvieran homologadas con las europeas), y luego, mejorable (como todo lo humano). Y, en todo caso, su contacto con el suelo ibérico lo volverá, inevitablemente, peor.
Un abrazo
Víctor: efectivamente, me consta que la gente que se dedica a la política se queja del poco espacio que les dejan los telediarios, lo que inevitablemente les lleva a reducir, aún más, el aparato lógico de su lenguaje y a sustituirlo por eslóganes rápidos y de fácil difusión.
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