Estudiar metafísica sirve para entender que la metafísica sirve. Es decir: que la imagen más abstracta de la realidad que podamos tener acaba influyendo en nuestros actos, en nuestros hábitos, e incluso en nuestro cuerpo. Un ejemplo: la doctrina nietzscheana del eterno retorno. Este pensamiento ha conquistado la percepción contemporánea del tiempo y la vida: frente a la historia lineal y el tiempo heterogéneo del cristianismo, parece triunfar la irreversibilidad del instante, el agotamiento de cada cosa en sí misma, sin ningún fin exterior y ulterior. Las sirenas de la publicidad susurran: nada futuro justifica el presente. Ahora o nunca. El futuro conduce al pasado y cada instante está cerrado en sí mismo, en el círculo de la eternidad.
El resultado psicológico de esa ontología es la ansiedad, el desasosiego, la locura: cada cosa está ya para siempre perdida, cada acción es irreversible, toda parte responde por el todo. Actúa, elige, compra. Ahora o nunca. Al contrario, la esperanza de una eternidad futura vuelve lógica la alegre despreocupación del instante. Y esta es la paradoja: que el futuro no sacrifica el presente, sino que lo vela y lo cuida. Esos calumniadores de la vida (Thomas Mann dixit, Nietzsche dixit), los cristianos, son quienes verdaderamente la honran. Aquellos que aprenden metafísica de los lirios del campo.
El resultado psicológico de esa ontología es la ansiedad, el desasosiego, la locura: cada cosa está ya para siempre perdida, cada acción es irreversible, toda parte responde por el todo. Actúa, elige, compra. Ahora o nunca. Al contrario, la esperanza de una eternidad futura vuelve lógica la alegre despreocupación del instante. Y esta es la paradoja: que el futuro no sacrifica el presente, sino que lo vela y lo cuida. Esos calumniadores de la vida (Thomas Mann dixit, Nietzsche dixit), los cristianos, son quienes verdaderamente la honran. Aquellos que aprenden metafísica de los lirios del campo.
3 comentarios:
"la esperanza de una eternidad futura vuelve lógica la alegre despreocupación del instante".
También al revés. Lewis, en su ensayo titulado "El peso de la Gloria" concluye que la conciencia de la perduración –y sobre todo, del destino– eterno de nuestros semejantes, dotaría de una importancia sin igual a cada día, a cada instante. Vivimos junto a seres inmortales, llamados a la inmarcesible dicha, a la gloria sin nombre. Y, aunque haga falta la despreocupación, y el juego (imágenes de la gloria, para Lewis), nunca deberíamos perder la perspectiva. Cada minuto cuenta. O, de otra cita del mismo autor: "El presente es el punto en que la eternidad se encuentra con el tiempo".
Sí, claro. Es lo de la Guerra de las galaxias: pensar en el futuro, pero nunca a costa del presente. Yo lo decía por contraposición a una equivocada ecuación, muy del pensamiento contemporáneo, según la cual la vida presente y real del hombre acaba pagando toda esperanza escatológica. Y aunque históricamente eso ha ocurrido (flagelantes de toda índole que piensan que la eternidad es algo que uno se construye para sí mismo negando y destruyendo la vida, como una hipoteca), lo contrario también es cierto y debería hacernos pensar por qué una sociedad que se cree vitalista disfruta tan poco de la vida y por qué su mal endémico es la ansiedad. Un abrazo.
Si sigues revisando los comentarios de los post antiguos, me gustaría debatir en torno al punto.
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