jueves, 18 de noviembre de 2010
Filosofar con dinamita
Quienes trabajamos con jóvenes vemos cómo, desde muy pronto, todos tienen respuestas acerca de multitud de cosas: valores, fines vitales, criterios morales, posicionamientos religiosos... Sin embargo, esas respuestas han sido siempre introducidas en nosotros por otros: cuando alcanzamos la plena autoconciencia, nos encontramos arrojados en medio de una compleja red de pensamientos y creencias que no hemos construido nosotros mismos. Es la ideología. Nuestras simpatías y antipatías ya están ahí. No las inventamos y, sin embargo, las defendemos con pasión, con agresividad a veces. En esa pasión inconsciente se revela la verdadera naturaleza de la ideología: el hecho de que ha sido creada por el poder y por la violencia como instrumento de domesticación del ego. A través de la ideología, el ser humano se somete a las exigencias morales de cada época: ella determina nuestra adaptación al conjunto social, además de canalizar la violencia que ella misma introduce, creando guetos simbólicos en nuestra mente: ellos/nosotros, bien/mal, verdad/error. El problema de la ideología no es el hecho de que mantenga al hombre bajo un velo ilusorio de ideas falsas, sino que lo hace a costa de avivar la violencia y la voluntad de dominio. En una sociedad de la información hipermediatizada como la nuestra, la utopía dialógica socrática se hace completamente imposible, pues el lenguaje no puede crear un espacio a la verdad. Ese espacio ya está, de antemano, saturado. Por eso la filosofía contemporánea ha dejado de ser una constructora de ideas para convertirse en una de-constructora: más que filosofar con el martillo (Nietzsche dixit), hay que filosofar con dinamita. Cuando se ha volado la muralla, ya no hay miedo a la pérdida de esa coraza con la que se identificaba el yo: se puede recomenzar, con honestidad y con amor, desde uno mismo.
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8 comentarios:
Muchas veces, ni utilizando dinamita, Alejandro :/
Me encanta cómo escribes :D Aunque muchas veces no se qué contestarte :S
Buen post. Claro y acertado. Lo mismo hasta me sirve para un comentario en clase. Si no te importa, claro. Aunque yo aconsejaría
utilizar una taladradora de hormigón; pues tiene más precisión, con la dinamita nunca sabes que te llevas por delante...
Un saludo.
Muchas gracias, Nirvana. Me alegra mucho tenerte por aquí.
Serenus: es que me has cogido con el ánimo un poco terrorista...
Sospecho que esto es el destilado de tu experiencia de comentador, días pasados, en blogs anti-B16... pero a lo mejor me equivoco. En cualquier caso, un tema muy interesante este de la ideología, y como en lugar de amainar, cada día tiene más fuerza en este mundo hipermediatizado, como dices.
No sospechas mal, pseudópodo. Pero a esa experiencia hay que unir la de una carrera de filosofía, ya sabrás de lo que hablo... :-)
Y, luego, comprobar las filias y fobias de los alumnos ante ciertos temas. Y, por último, una conversación de hace un par de días con una persona (amable y cordial, por otro lado) que pontificaba ardientemente sobre todo lo humano y lo divino (aunque más sobre esto último), inconsciente de cuántas consignas y prejuicios infundados había detrás de todo lo que decía.
Buena entrada.
Por eso tengo poca fe en la fuerza de la palabra individual. La ideología ha creado nuestro posicionamiento previo, sin siquiera ser conscientes de ello; y las palabras rebotan ante ella.
La ideología que crea el pensamiento de cada época, está creada por las fuerzas dominantes, aunque no siempre lo hagan de manera consciente.
El poder quiere perpetuarse, es algo intrínseco al propio significado de la palabra, y para eso hace lo que sea necesario. Pero, incluso sin saberlo, crea nuevas formas de socialización y de percepción de la realidad. El poder tiene una fuerza mediatica que todo lo contamina. Está rodeado de una aura que hace que sea escuchado por el pueblo.
Lo marginal, la lejana periferia del poder no interesa.
La ideología es lo que señalaba Ortega como creencias. El hombre posee unas creencias en las que vive. No las ha pensado, pero están ínsitas en él. Lo poseen.
Un saludo
No me había acordado de Ortega, pero es exactamente eso. Gracias por la sugerencia.
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