viernes, 10 de septiembre de 2010

Quemar el Corán

Ridiculizar o destruir símbolos religiosos no puede estar amparado bajo el derecho a la libertad de expresión. Las doctrinas religiosas o los actos de quienes administran una determinada fe están expuestas a la opinión, el análisis, el juicio de la comunidad humana, y no pueden blindarse al dictamen de la ética colectiva. Sin embargo, los símbolos no son ideas, ni doctrinas, ni acciones. En La interpretación de las culturas decía Geertz que "lo que un pueblo valora y lo que teme y odia están pintados en su cosmovisión, simbolizados en su religión y expresados en todo el estilo de vida de ese pueblo". Destruir un símbolo religioso no es el modo de discutir la moral sexual católica, la política del gobierno israelí o el terrorismo yihadista. Sea cual sea su fin, la destrucción de los símbolos religiosos sólo consigue desatar ese thymos tan bien descrito por Sloterdijk, a propósito del Aquiles homérico, como el órgano que designa "la cocina pasional del orgulloso yo-mismo al mismo tiempo que el sentido receptivo por el cual las llamadas de los dioses se manifiestan a los hombres" (Ira y tiempo), y que se encuentra en ese lugar del espíritu donde se amontonan cuestiones esenciales como el honor, la identidad personal, el respeto a aquello que es justamente sagrado por ser fuente de la vida y garantía de la justicia. Como decía Weber, "una nación puede perdonar la lesión a sus intereses; pero nunca el que se hace en contra de su honor, y menos aún el que se infiere con el clerical vicio de empeñarse en tener siempre la razón". Sé lo que dicen muchos conservadores europeos: si los objetos quemados fuesen Biblias y los promotores de la ocurrencia, un grupo de librepensadores en autobús, las consecuencias no serían tan dramáticas. Pero eso sólo es un hecho que apunta a la intensidad de lo sagrado en el Occidente cristiano. Aquí, lo que nos tiene que hacer pensar en este caso es: por qué la ocurrencia sacrílega de un cateto tarado en una minúscula iglesia de Florida hace temblar al mundo entero.

12 comentarios:

Adrián dijo...

"Aquí, lo que nos tiene que hacer pensar en este caso es: por qué la ocurrencia sacrílega de un cateto tarado en una minúscula iglesia de Florida hace temblar al mundo entero".

Pues porque ayer en los periódicos había titulares como éste: “Interpol lanza una «alerta global» ante posibles atentados por la quema del Corán”.

Adrián dijo...

Estoy completamente de acuerdo con esto, por cierto:

http://paperpapers.blogspot.com/2010/09/no-seremos-nosotros-los-cretinos.html

Vivimos en la era de la cretinocracia.

Santiago dijo...

Yo creo que quemar, en general, cualquier símbolo que represente a un colectivo (Se un Corán, una Biblia o el Marca) es un gesto que debería estar sancionado no por ninguna distinción entre sagrado y profano, ni por herir ningún volkgeist ni por despertar a ningún colérico Aquiles (te has puesto muy romántico en esta entrada) sino por el simple hecho de que representa un insulto, una agresión hacia alguien, sin más. Su intención es evidentemente ofensiva, y eso ha de ser siempre castigado.

Si yo tengo una tienda de frutas que se llama "Frutas Manolo" y mañana un tipo quema el logotipo de mi tienda, es normal que me ofenda, pues "Frutas Manolo" me identifica en cierta medida.

Pero lo que parece desproporcionado, como bien indicas, es que un chalado hace una estupidez y el mundo tiembla. Esta hipersensibilidad a la ofensa creo que es síntoma del tenso equilibrio entre Oriente y Occidente y, en general, una prueba del fanatismo que, desgraciadamente, caracteriza a muchos sectores del Islam.

Serenus Zeitbloom dijo...

Esto de la quema de libros tiene manifestaciones muy variopintas:

Aquel final del libro sagrado de la literatura española.

La recomendación postrera de aquella Investigación del Ilustrado escocés.

Bebelplatz


Sin embargo algunos nunca han corrido peligro.

Alejandro Martín dijo...

Adrián, gracias por el enlace. Me alegra ver que otros también se sorprenden por esta locura colectiva.

Santiago: por supuesto. Insistí en lo de los símbolos religiosos porque mi entrada habla del tema del Corán. Pero bien vale para cualquier otro símbolo de identidad. Lo que ocurre es que los símbolos religiosos no sólo apuntan a una identidad, personal y colectiva, sino también a un orden sagrado que da cuenta de cosas tan importantes para el que cree en ellos como el destino de la persona o la garantía de la justicia universal. De manera que también es normal que el paquistaní se enfade mucho si ve a alguien quemar sus símbolos sagrados que si ve quemar el nombre de su tienda "Frutas Abdul Ajmal Saif".

te has puesto muy romántico en esta entrada

No lo puedo evitar: me viene la cosa poética... :-)

Alejandro Martín dijo...

Sin embargo algunos nunca han corrido peligro.

Eso nos hace mejores a nosotros, Serenus, ¿no crees?

Masgüel dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=Z0X3T6-K22o

Alejandro Martín dijo...

Pero es que Larry y Terry son tan distintos...

Masgüel dijo...

Polos opuestos, porque Larry defendería el derecho a la obscenidad y el sacrilegio, mientras que la de Terry es una iconoclastia vengativa. La libertad de expresión los ampara a ambos.

Alejandro Martín dijo...

Pero la libertad de expresión, como otros derechos cívicos, no es un atributo absoluto de las personas. Pasa como con el derecho a la propiedad: tú tienes tu casa en propiedad hasta que hay que hacer un hospital justo encima. Entonces hay que valorar otras cosas y llegar a una solución razonable y pragmática. Con esto pasa algo parecido: por mucha libertad de expresión que tengamos, quemar Coranes (por ejemplo) en un lugar público es algo que provoca dolor (e ira, y hasta violencia) en mucha gente. Por tanto, mi libertad individual no puede tener la última palabra. Si el pastor Terry consigue convencer a sus conciudadanos musulmanes de que quemar Coranes no es un acto de provocación y humillación contra ellos, sino un placer íntimo que exige respeto, entonces será otra historia...

Masgüel dijo...

No estoy de acuerdo. La libertad de expresión exige tolerancia hacia la provocación. Quemar copias del corán o de la biblia no es distinto a quemar discos de los Beatles (como hicieron los correligionarios del que nos ocupa). Otro gallo nos cantaría si fuesen a quemar manuscritos o incunables con valor histórico.

Además el reverendo zampabarbacoas probablemente sea tan ignorante como para quemar coranes traducidos al inglés. Las traducciones del corán no son sagradas.

La idea de quemar coranes me parece de un mal gusto espantoso, pero considero la libertad de expresión más valiosa que el derecho al honor o la dignidad. En las democracias liberales, nuestra legislación refleja el acuerdo que "nuestros representantes" (me da urticaria decirlo) han establecido. Quemar biblias y coranes (que yo sepa) es legal. La mayoría se ha pronunciado. No hay más que rascar.

Alejandro Martín dijo...

Eso está claro, Masgüel. Pero los problemas sociales se pueden abordar desde muchos puntos de vista, no sólo desde el jurídico-punitivo. También es legal matar toros, y hay bastante gente que protesta, y mucho. Que a Terry no le pongan una multa por quemar Coranes no significa que tengamos que callarnos y no podamos decir que ese tipo de actos son perversos, que crean sufrimiento (e incluso violencia) y que no aportan nada positivo a la sociedad, más que la descarga del resentimiento de unos pocos.

Todo esto dejando al margen, por supuesto, la cuestión planteada arriba por Adrián sobre el papel de los medios y de los propios políticos en avivar cualquier ascua de miedo y de confrontación.