Ninguna religión -y especialmente la cristiana- debería ser tratada meramente como un conjunto de juicios o proposiciones acerca de cosas, de tal manera que analizarla consistiera en mostrar si cada una de esas proposiciones describe, o no, un hecho. Siempre me parecerá más interesante, y más justo con relación a su objeto, que la filosofía trate de entender, en nuestro caso, qué puede significar que lo máximamente trascendente se haya hecho (y sea, por tanto, en todo tiempo y antes de todo tiempo) carne: y pensarlo precisamente hoy, en un mundo máximamente metafísico (es decir, máximamente abstracto) donde parece consumarse la división platónica entre dos mundos. Del mismo modo, asumir, pensar e interiorizar, con el cristianismo, que el hombre tiene una vocación, y que esa vocación no es, como me sugirió en cierta ocasión un amigo teólogo, otra cosa que el deseo: hacer sitio a ese deseo íntimo que trata de ser tapado por el autodesprecio, las idealizaciones de nosotros mismos, las exigencias morales y sociales, etc. Confiar en ese deseo y no dejar todas nuestras decisiones en manos de la previsión y del control: conocer esa moral cristiana que está más allá del discurso sobre el resentimiento. Por último (por ir a lo que creo esencial), comprender que existe una forma de autoafirmación que no sólo no es incompatible con el reconocimiento del otro, sino que tiene lugar en y por él: que el hombre se hace efectivamente humano cuando renuncia a afirmarme a sí mismo negando al otro y descubre la alegre afirmación de la caridad: la servidumbre da paso al servicio, y el otro es reconocido como igual ("hermano").
Así que creyentes y no creyentes -todo aquel que ha sido tocado por la palabra del Evangelio- tenemos motivos para alegrarnos: ¡Feliz Navidad! Hodie Deus natus est!
4 comentarios:
No sé si entiendo todo lo que dices, pero me quedo con esto: "no dejar todas nuestras decisiones en manos de la previsión y del control: conocer esa moral cristiana que está más allá del discurso sobre el resentimiento" Qué falta nos hace esto...
Feliz Navidad para tí también, Alejandro.
Tres apuntes:
-Creo que San Agustín dijo que la vida de un cristiano no era sino el ejercicio diario de un íntimo deseo.
-Hay que desear que Dios exista. El camino hacia la fe empieza por aquí.
-Si ocurre que en un futuro veamos una humanidad que ya no desea, entonces el deseo fundamental sería el deseo del deseo, desear desear.
"... que el hombre se hace efectivamente humano cuando renuncia a afirmarse a sí mismo negando al otro y descubre la alegre afirmación de la caridad: la servidumbre da paso al servicio, y el otro es reconocido como igual ("hermano")."
Me recuerdas a tagore
"Dormía y soñaba que la vida era alegría, desperté y vi que la vida era servicio, serví y vi que el servicio era alegría."
Gracias por brindar estas reflexiones alejadas de lo radical.
Feliz Navidad.
Feliz navidad
Oye, Suso, ¿sabrías darme la referencia exacta de esa cita de San Agustín?
Un saludo a todos y gracias.
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