miércoles, 1 de diciembre de 2010
Informe semanal
La semana avanza. En la pared de la sala de profesores hay un reloj cuyo segundero se mueve con un ritmo homogéneo: no hay segundos distintos, todo es un flujo constante en el que cada instante engulle al anterior. Me parece un reloj heraclitiano: el mío, que pasa de segundo a segundo discontinuamente, es claramente atomista. Escucho la radio, que es, con la televisión, la Fenomenología del espíritu postmoderna, que narra en directo el devenir de la época: la Bolsa explota la burbuja europea de felicidad social, pone y quita leyes como Dios ponía y quitaba emperadores. Definitivamente, se acabó el tinglado. Es el fin del fin de la historia. La izquierda privatiza empresas públicas y limita las ayudas a los parados, mientras que la derecha hace ruido protestando por los recortes sociales. Todo fluye, en efecto. Entretanto, se cumple el viejo sueño democrático de la sociedad transparente: los trapicheos más inconfesables del gobierno más poderoso (¿aún?) del mundo, al alcance de las amas de casa y el Dalai Lama. Pero lo peor llega con la noticia de la muerte de Leslie Nielsen (viendo cómo crece el caos alrededor, uno recuerda aquel gran Aterriza como puedas, y el momento en que el director del aeropuerto confiesa: elegí un mal día para dejar de esnifar pegamento). Tempus fugit. El ser y el no ser se engendran mutuamente: los días y las noches, la riqueza y la pobreza, la vida y la muerte. Como el verano ha engendrado este invierno hostil y anticipado que, tampoco él, durará eternamente.
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3 comentarios:
Superbe! ¡Magnífico! Es un placer seguite y leer tus reflexiones Alejandro. Enhorabuena
Querido Alejandro, ni de broma las bobaditas que está publicando El País son "los trapicheos más inconfesables", ni de broma, y sí, ni tú ni yo llegaremos a ver el tiempo en el que el gobierno de Estados Unidos no sea el más poderoso del mundo.
David: muchas gracias y un abrazo.
Fernando: tienes razón. Siempre soy así de exagerado...
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