miércoles, 24 de noviembre de 2010
Puerta del Sol
El martes, después del congreso sobre Idealismo, quedé con un amigo para cenar en un estupendo restarante vegetariano que me descubrió mi amiga Sara en la calle Marqués de Santa Ana. Cuando miré en el plano el lugar donde habíamos quedado, comprobé con horror que se trataba de "Sol". La Puerta del Sol de Madrid es uno de los lugares del mundo que más odio: en primer lugar, por las millones de personas que allí se desplazan continuamente en todas las direcciones y que hay que ir esquivando cuidadosamente. Yo, además, tengo la habilidad de no conseguir nunca que sean los demás los que se aparten. Ni siquiera las señoras mayores: termino cediendo ante su paso firme y agresivo. Luego está la cosa estética: no soporto ver el intercambiador de metro y cercanías, ni que me asalte Bob Esponja o un muñeco de Disney, y lo peor de todo: me crea ansiedad todo ese montón de gente vestida de cartones amarillos que compra -o vende, según la época- oro. Me resulta, en fin, un lugar agobiante, caótico, kitsch y fraudulento. Y supongo que algo me influye ver que eso, exactamente eso, es el corazón de España.
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10 comentarios:
Pues a mí me encanta.
El error es moverte, Alejandro: si te quedas quieto, pegada la espalda a un escaparate, ves uno de los espectáculos más fascinantes de la ciudad.
Jesús: eso es porque tu alma es un poco como la Puerta del Sol (repleta y bulliciosa, se entiende, no kitsch ni fraudulenta). Algún día tengo que escribir, de todas formas, cómo me he ido reconciliando con Madrid y qué sitios son magia en medio de la mugre.
Fernando: buen consejo. Es lo que pasa por mirar la ciudad con ojos de ejecutivo estresado. La próxima vez que pase por Sol, lo haré con el corazón presto a la "contemplación" :-)
¡Muy bien!
Ya te vale, ir a un vegetariano, teniendo ahí cerquita de Sol un estupendo asador argentino; despues de unos embutidos criollos y un lomo de novillo a la brasa regado con Ribera del Duero o un buen Rioja la Puerta de Sol te parecería otra cosa. Con la cabeza repleta de Romanticismo alemán y el estómago de tofu, soja y Vichí no se puede ir a ninguna parte donde bulla la sangre.
Luego un paseíto hasta el Palacio Real a tomar un cafetito.
Jajaja, es lo que tiene imbuirse del espíritu panteísta de los hegel y compañía: empiezas hablando del Weltgeist y acabas comiendo berenjena al horno.
La próxima vez no me pierdo el asador. Lo prometo.
Interesante vivencia, Alejandro.
Curiosamente, yo, que "odio" vivir en Madrid, he encontrado en ese lugar uno de los espacios más propicios para la contemplación y la oración.
Quizá porque la mugre no está en las aceras, sino tras las puertas del ánima humana.
Y, ésta, se limpia.
Saludos.
Es inaceptable que hayas estado en mis territorios y no me hayas llamado. Eres un lactante, y lo sabes.
Por eso, por parecernos tanto, nos queremos pese a vernos de higos a brevas.
Optime tibi eveniant omnia!
Vale.
¿Primo? Tienes razón, pero es que no sabía cuándo iba a poder sacar un rato.
De todas formas... sé que estuviste en la tierra del arte y el salero y tampoco me llamaste... :-)
Este año ya toca verse, ¿en? Que si no acabamos viéndonos sólo en funerales y cosas así.
Razón tienes. Al sur no creo que baje en un tiempo, así que dame un toque si vienes por la Villa y Corte.
Cuídate mucho primo.
Abrazo
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